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El socialismo es y será el único sistema con tinte humanitario

Octavio Cruz

La acusación contra el presidente colombiano —al igual que otras de naturaleza similar, como el llamado caso del “cartel de los soles” en Venezuela— constituye una jugada política que forma parte de una estrategia premeditada: endilgar a otros las propias culpas. No pasa de ser una infamia con rasgos de bellaquería por parte del actual gobierno estadounidense, hoy en manos de oscuros personajes movidos por intereses corporativos. Desde la tramoya de los grandes negocios —con el narcotráfico en la cúspide de ellos— manipulan los hilos de la economía global, buscando promover, patrocinar y obtener ingentes beneficios financieros.

Bajo la lupa de la legalidad surgida de las normas éticas creadas para la convivencia colectiva, tales prácticas resultan inadmisibles. Sin embargo, ante el reacomodo ideológico que vive el mundo, se han convertido en herramientas de un grupo de privilegiados que, aunque poderosos, distan de ser los más adecuados, capacitados o educados para orientar el destino de las sociedades humanas. Sociedades hoy desorientadas por un consumismo desbordado y por sistemas productivos sin límites ni control, al extremo de haber trasladado la responsabilidad ambiental de las empresas y corporaciones al consumidor, obligándolo a asumir el manejo de la contaminación del planeta.

A ello se suma el empeño por desmontar los Estados con derechos sociales, bajo el pretexto de impedir que se empoderen y terminen imponiéndose sobre los capitales privados. Esos capitales —concentrados y dispuestos a modelar las próximas sociedades y generaciones— buscan estructurar el mundo bajo postulados industriales que faciliten la robotización de todas las labores, eliminando de un tajo a los trabajadores y sus empleos.

Han avanzado tanto en esa dirección que la tecnología se ha convertido en el instrumento más eficaz para consolidar su propósito. Hoy, muchas de las preguntas que formulan los ciudadanos —adheridos de forma enfermiza a las redes sociales— son respondidas por programas y aplicaciones de inteligencia artificial, retroalimentadas por los mismos conceptos que sustentan esa ideología deshumanizante.

Frente a este panorama, los movimientos que advierten, sugieren y señalan que sólo el socialismo de Estado puede garantizar el derecho a existir en condiciones dignas, morales y humanas, cobran mayor vigencia. Todo lo demás pertenece al imperio de la individualización de la riqueza, alimentado por el egoísmo corporativo de sus socios y propietarios. El límite para detener este delirio de grandeza personal está cada vez más cerca del colapso existencial, no sólo para numerosas especies, sino también para la humana.


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