Carlos Medina Gallego
En un momento de intensificación del genocidio contra el pueblo palestino y del replanteamiento de la política exterior colombiana en torno a este conflicto, ha surgido el nombre de Víctor de Currea-Lugo como posible consejero presidencial en el caso Palestina. Más allá de los debates ideológicos y las polémicas mediáticas, es fundamental valorar con rigurosidad sus méritos, su experiencia y su capacidad para orientar una postura soberana, ética y coherente por parte del Estado colombiano frente a uno de los conflictos más persistentes e injustos de nuestro tiempo.
Un perfil comprometido con la humanidad
Víctor de Currea-Lugo no es un improvisado. Médico de la Universidad Nacional de Colombia, con formación en ciencia política, derechos humanos, derecho internacional humanitario (DIH) y resolución de conflictos, ha sido docente universitario, periodista de guerra, investigador internacional y trabajador humanitario. Su carrera no se ha construido en la comodidad de los escritorios sino en el terreno mismo de los conflictos armados. Ha trabajado y reportado desde Afganistán, Irak, Siria, Sudán, Colombia y, sobre todo, Palestina.
Su libro “Palestina: más allá del muro” recoge no solo una mirada analítica del conflicto, sino también un testimonio vivencial profundo sobre la ocupación, la segregación, el despojo y la resistencia de un pueblo que, a pesar de la indiferencia internacional, sigue reclamando su derecho a existir. Ha denunciado abiertamente el apartheid israelí, la limpieza étnica, las violaciones sistemáticas del derecho internacional y el uso político del lenguaje humanitario para justificar crímenes.
Experiencia, no retórica
El caso Palestina exige algo más que buenas intenciones: exige comprensión histórica, formación jurídica y valentía política. En esos tres frentes, Víctor de Currea cumple con creces.
Su conocimiento del conflicto palestino-israelí no se reduce a citas bibliográficas. Ha estado en los campos de refugiados, en las zonas de bombardeo, en las aldeas demolidas por el Estado israelí. Ha conversado con víctimas, autoridades palestinas, organizaciones de derechos humanos y movimientos de resistencia. Su perspectiva no es la de un espectador, sino la de un testigo informado y sensible.
Además, su dominio del Derecho Internacional Humanitario y de los tratados de derechos humanos lo habilita para asesorar en el diseño de una política exterior que recupere los principios de autodeterminación, justicia y solidaridad, pilares fundamentales en la construcción de una diplomacia progresista.
¿Por qué Colombia necesita una voz como la suya?
La designación de un consejero presidencial para el caso Palestina no puede limitarse a un nombramiento simbólico o diplomático. Se trata de una decisión de profundo contenido político: ¿seguirá Colombia siendo cómplice del genocidio con su “silencio” institucional o tomará posición a favor del derecho internacional y de la vida?
Víctor de Currea no representa a una diplomacia tibia ni neutral. Representa la voz crítica de la conciencia. Su trayectoria independiente, su compromiso con la denuncia de las injusticias y su capacidad para dialogar con redes internacionales de solidaridad hacen de él un interlocutor de peso ante organismos multilaterales, medios de comunicación y comunidades académicas.
Frente a la ambigüedad de otros Estados latinoamericanos, Colombia tiene la oportunidad histórica de asumir un liderazgo regional en defensa del pueblo palestino. Y para ello necesita no a un burócrata temeroso, sino a una figura con autoridad ética y política.
Polémicas y resistencias: un debate necesario
Como todo actor público con voz crítica, Víctor de Currea ha sido blanco de campañas de desprestigio. Se le ha acusado de radicalismo por denunciar los crímenes del Estado de Israel y se han traído a colación polémicas personales para deslegitimar su autoridad moral. Si bien es necesario que cualquier cargo público esté sujeto a evaluación ética, también es cierto que en muchas ocasiones las resistencias a su nombramiento responden más a presiones geopolíticas e ideológicas que a razones objetivas.
El compromiso con Palestina no debe ser criminalizado ni caricaturizado. Defender la causa palestina no es un acto de antisemitismo ni de ideología ciega: es una defensa de la legalidad internacional, del principio de humanidad y de los pueblos que luchan por su dignidad.
Una apuesta por la coherencia
El gobierno colombiano ha manifestado su voluntad de romper relaciones diplomáticas con Israel por los crímenes cometidos en Gaza. Esta decisión, valiente y sin precedentes en la región, debe ir acompañada de una arquitectura política e institucional que la sustente. Nombrar a Víctor de Currea-Lugo como consejero presidencial para el caso Palestina sería un paso lógico en esa dirección.
No se trata de premiar una trayectoria, sino de ponerla al servicio de una causa justa. Su voz puede ayudar a fortalecer la posición colombiana en escenarios internacionales, a construir puentes con la diáspora palestina y a articular estrategias de incidencia política, académica y humanitaria en defensa del pueblo palestino. En un tiempo donde la diplomacia a menudo se convierte en cálculo y complicidad, Colombia tiene la posibilidad de asumir un compromiso ético y político con una de las causas más olvidadas del mundo. Para ello, necesita referentes con conocimiento, experiencia y convicción. Víctor de Currea-Lugo encarna esos tres atributos.
Su nombramiento no solo sería coherente con la dignidad del pueblo palestino, sino también con el anhelo de construir una política exterior basada en los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos. Porque, como él mismo ha dicho, “la neutralidad frente al crimen no es imparcialidad, es complicidad”.
Carlos Medina Gallego es profesor de la Universidad Nacional de Colombia
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