Alexander Velásquez
Unas grabaciones telefónicas condenan al expresidente, pero como son escuchas ilegales esas mismas grabaciones lo absolvieron. Entonces, la justicia no es coja, sino que escoge lo que sirve como elemento probatorio. Así las cosas, la conclusión natural es que Uribe no es bueno, sino de buenas.
Fue absuelto de todos los cargos menos del cargo de conciencia. Uribe tiene tras de sí varios señalamientos graves y una hoja de vida llena de lunares. No olvidemos que sus amigos descuadernaron la Constitución para permitirle reelegirse o que durante su doble gobierno quedó la mancha de los mal llamados falsos positivos (el asesinato 6402 personas inocentes) y que este mes una jueza pidió investigar al expresidente y a su hermano Santiago Uribe como presuntos determinadores de los homicidios de Jorge Eduardo Umaña y Jesús María Valle, ocurridos en Antioquia en 1988, siendo Uribe gobernador.
Con un fallo que lo condena (en primera instancia) y otro fallo que lo absuelve (en segunda instancia) no puede decirse que sea inocente. ¡Empate! Obvio resulta decir, entonces, que tenemos una justicia dividida, ¿acaso polarizada como lo están la política, el periodismo y la sociedad en general?
Lo cierto, en medio del desconcierto, es que el fallo se acata, así no se comparta. Acatemos, pues, que la absolución del expresidente es el triunfo de la derecha, incluso de la ultraderecha colombiana.
“El derecho penal está construido para exigir rigurosidad en las pruebas, más allá de las especulaciones y sospechas”, dice de manera certera el editorial de El Espectador. Y añade: “El Tribunal Superior de Bogotá concluyó que no se había probado una pieza fundamental en el caso: la responsabilidad directa de Uribe. Por eso lo absolvió”.
Lo que sigue son otros de tres a cinco años de la misma telenovela judicial, porque ahora esa papa caliente va a la Corte Suprema de Justicia que en casación tendrá que decidir si Uribe es culpable o inocente. Como quien dice, en este punto de la historia todavía no es ni lo uno ni lo otro, y para nuestra desdicha llegaremos a otras elecciones, las de 2030, repitiendo el mismo cuento, como si estuviéramos condenados a no salir nunca de nuestros atolladeros políticos.
A propósito de la Corte Suprema de Justicia, una píldora para la memoria: aquella fue una de las altas cortes que -vaya curiosidad- fue chuzada en los tiempos de Uribe presidente. Periodistas, opositores y defensores de derechos humanos también fueron víctimas del espionaje ilegal por parte del desaparecido DAS.
Tras la absolución de Uribe por los delitos de soborno y fraude procesal, a los colombianos nos queda un recurso infalible y el único posible en una sociedad democrática: la “justicia por mano propia”. O sea, nuestro veredicto ciudadano en las urnas: castigar a Uribe y al uribismo en las elecciones al Congreso y en las presidenciales. Es la manera sana de expresar nuestro inconformismo como ciudadanos que respetan los fallos judiciales, sin tener la obligación de compartirlos.
Con un fallo que condena y otro fallo que absuelve, la gran perdedora de la jornada no es necesariamente la izquierda, sino la justicia misma, pues queda en entredicho: el salvamento de voto de la magistrada Leonor Oviedo siembra la duda sobre el fallo absolutorio dos contra uno. Perdieron también las víctimas que se sienten burladas tras años de un tortuoso proceso judicial.
¿Es un fallo político? Nunca se sabrá. Tal vez, tratándose de un fallo favorable a Uribe, surge la duda de porque se dio apenas cinco días antes de la consulta del Pacto Histórico, archirrival del uribismo, que el 26 de octubre elige el candidato presidencial de la izquierda.
¿Cómo se explica que Diego Cadena, el abogado (ex abogado) sea culpable por los mismos delitos (soborno y manipulación de testigos) y su cliente excliente inocente? Dicho de otra forma: ¿Cómo es que el señor terminó enredado en sus propias artimañas? No se han visto, hasta ahora, pájaros disparándoles a las escopetas, pero hoy por hoy, la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad, la sabría el doctor Diego Cadena, que no ha sido tan de buenas como el doctor Uribe.




