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El juicio a Uribe

Guillermo Pérez Flórez

Inmensa expectativa ha despertado el anuncio de la jueza 44 Penal del Circuito de Bogotá, en el sentido de que mañana dará a conocer su decisión sobre la responsabilidad del expresidente Álvaro Uribe Vélez en el juicio que se sigue en su contra por los delitos de fraude procesal, soborno en actuación penal y soborno de testigos. Y es apenas natural: es el primer expresidente colombiano que encara la posibilidad de una condena penal.

Pero hay más razones. Una de las creencias que anida en el imaginario colectivo colombiano es que la justicia es “solo para los de ruana”, convicción con raíces históricas profundas y sólidas evidencias estadísticas. Las cárceles están llenas de ‘roba gallinas’: personas desposeídas de bienes de fortuna, a quienes la vida y la injusticia social han empujado a vivir en el mundo de lo ilícito, muchas veces por desesperación, otras por ignorancia. En contraste, la delincuencia de ‘cuello blanco’ goza de mayores garantías e influencias que la blindan contra la posibilidad de terminar tras las rejas. Además, la crisis de la justicia es estructural, lo que explica que la impunidad supere el noventa por ciento.

Por otra parte —y quizás esto sea lo más importante—, el expresidente Uribe es uno de los principales protagonistas de la política colombiana en lo que va del siglo XXI, y goza del reconocimiento, del respeto y del cariño de millones de personas, aunque otros tantos millones lo critican con dureza, principalmente por los eufemísticamente llamados ‘falsos positivos’, que cegaron la vida de 6.402 colombianos inocentes, según la Justicia especial para la Paz (JEP).

No conozco el proceso penal; mi aproximación es con base en los informes de los medios de comunicación. Por ello, no puedo afirmar de manera objetiva si Uribe es inocente o culpable. Lo que sí puedo decir —porque es un hecho notorio— es que sobre este proceso planea la sombra del señor Diego Cadena, el autodenominado “abogánster”, un oscuro personaje experto en asuntos de extradición y famoso por representar a poderosos capos colombianos ante autoridades estadounidenses y europeas. Entre sus clientes más reconocidos están Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, máximo jefe del Clan del Golfo; Diego León Montoya, alias Don Diego (el “señor de la guerra”), socio del Chapo Guzmán; Diego Pérez Henao, fundador de la banda criminal ‘Los Rastrojos’; y Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, por nombrar solo algunos.

Cadena se hizo abogado en Tuluá, un municipio que en los años noventa estuvo bajo el dominio del cartel del Norte del Valle, y donde tuvo varios clientes que lo hicieron rico, entre ellos Francisco Javier Zuluaga, alias ‘Gordo Lindo’, quien se hizo pasar como paramilitar para recibir los beneficios de la Ley de Justicia y Paz. Cadena está acusado por los mismos delitos y espera en libertad, por vencimiento de términos, la sentencia. Hace algunos días, Daniel Coronell publicó un informe según el cual Cadena habría intentado convencer a Manuel Castañeda —el ‘narco chofer’ capturado con 120 kilos de cocaína en un carro de la UNP— de declarar en contra del senador Iván Cepeda y del abogado Miguel Ángel del Río, en un supuesto caso de narcotráfico. 

Sobre la jueza Sandra Liliana Heredia Aranda pesan cientos de presiones, casi todas irrespetuosas, pues pretenden indicarle cómo debe fallar este proceso. Lo que el país sabe de ella es que se trata de una mujer valiente, que ha sabido conducir con serenidad y aplomo el caso. Los nuevos abogados de Uribe intentaron acorralarla, la recusaron, y perdieron. Ahora han modificado su postura y han declarado —igual que el abogado de la parte civil, Miguel Ángel del Río— que creen en su probidad, rectitud e imparcialidad.Cualquiera sea el sentido de su decisión, los colombianos estamos en la obligación de respetarla. Su pronunciamiento tampoco será el final, pues con seguridad la parte que resulte desfavorecida la apelará. Por lo pronto, mi admiración y respeto por la señora jueza y mi llamado a la cordura de los líderes políticos. El martes vuelve a salir el sol. Esta historia no termina mañana. Aún falta tiempo para que suene el mallete final y se cierre definitivamente.

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