Carlos Medina Gallego. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia.
Al conmemorarse 77 años del asesinato del líder popular y político Jorge Eliecer Gaitán Ayala, bueno es arriesgar una reflexion sobre su pronunciamiento en relación a colocar el PAÍS NACIONAL por encima del PAÍS POLÍTICO, porque en ese enunciado hay un debate entre democracia representativa y democracia directa
La democracia, entendida como el gobierno del pueblo, ha adoptado múltiples formas a lo largo de la historia. Sin embargo, en el mundo contemporáneo, dos modelos destacan por su vigencia y contraste: la democracia representativa y la democracia directa. Mientras la primera ha sido hegemónica en la mayoría de los Estados modernos, la segunda se presenta como una alternativa que revitaliza el ejercicio del poder popular, social y ciudadano.
La democracia representativa se basa en la elección de representantes que toman decisiones en nombre de la ciudadanía. Este sistema, aunque funcional en términos administrativos y relativamente estable, ha sido criticado por fomentar una separación entre el pueblo y el poder, pero, sobretodo, por haber generado una serie de problemas estructurales a la gestión política como la corrupción, el clientelismo, el nepotismo y el haber puesto el sistema político el servicio de los intereses de las élites económicas y sociales
La democracia representativa es una democracia de élites que captura el poder político para el beneficio de sus intereses. Las élites políticas, muchas veces alejadas de las problemáticas cotidianas de la ciudadanía y en general de la población, reproducen estructuras de dominación, burocracia y tecnocracia que garantizan su estatus quo de esas elites. La participación ciudadana, social y popular se reduce, en la práctica, al acto periódico del voto, y los mecanismos de control sobre los representantes son limitados y poco efectivos.
En contraste, La DEMOCRACIA DIRECTA se fundamenta en la participación activa y constante de los ciudadanos y los movimientos sociales y populares en la toma de decisiones públicas. A través de mecanismos como referendos, plebiscitos, asambleas populares o iniciativas legislativas ciudadanas, la sociedad no solo expresa su voluntad, sino que incide de manera vinculante en las políticas públicas. No se trata solo de opinar, sino de decidir. Este rasgo es esencial para comprender el potencial transformador de una DEMOCRACIA DIRECTA, que atraviesa todos los escenarios de la vida social, económica, política y de la gestión pública generando nuevos modelos de gobernanza. No es solo participar y opinar de lo que se trata es de gobernar.
El carácter incluyente de la democracia directa radica en su capacidad de integrar voces tradicionalmente marginadas del debate político. Comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, organizaciones barriales, movimientos sociales y sectores excluidos pueden encontrar en estos mecanismos un canal legítimo y efectivo para incidir en las decisiones que afectan sus vidas. A diferencia de la democracia representativa, muchas veces restringida por intereses partidistas y económicos, la democracia directa rompe con las barreras estructurales de la exclusión política.
Su naturaleza vinculante garantiza que las decisiones tomadas por la ciudadanía no sean meramente simbólicas. La voluntad popular, expresada colectivamente, tiene fuerza legal y obliga a los gobiernos a actuar en consecuencia. Este principio refuerza la confianza en el sistema democrático y devuelve al pueblo su rol de soberano.
Desde una perspectiva transformadora, la democracia directa no solo amplía los márgenes de participación, sino que redefine el concepto mismo de lo político. Ya no se trata de delegar el poder, sino de ejercerlo colectivamente. Esta forma de participación promueve una cultura política activa, deliberativa y empoderada. La ciudadanía deja de ser espectadora para convertirse en protagonista del cambio social.
La democracia directa representa un modelo más incluyente y genuino de participación política que la democracia representativa. Su carácter vinculante asegura la efectividad de la voluntad popular, y su potencial transformador reside en su capacidad de construir un nuevo universo político basado en la corresponsabilidad, la horizontalidad y la justicia social. En tiempos de desafección política y crisis de representación, la democracia directa emerge como una vía necesaria para reencantar la política y devolverle su sentido original: ser una herramienta al servicio del pueblo.
Es el retorno de la política al PAIS NACIONAL y en oposición a esa cultura perversa y corrupta del PAÍS POLÍTICO, un reclamo de los imaginarios de Gaitán.