Por Guillermo Pérez Flórez
“Cuando los elefantes pelean, la que sufre es la hierba”. Este proverbio africano ha venido a mi mente con ocasión de la guerra de los aranceles desatada por el presidente Trump contra el mundo, principalmente contra China. El aforismo sirve también de metáfora para entender lo que está sucediendo: EE. UU. y China son los elefantes; el resto del planeta, la hierba.
Cualquier desprevenido ciudadano podría pensar: ¿Eso a mí qué me importa? Con algo de delicada ternura, le diría: “Despierta, querido amigo; por si no lo sabes, tú eres parte de la hierba. Y en esa pelea corres el riesgo de morir aplastado”. Va siendo hora de que abramos bien los ojos, y de que los abra especialmente nuestra dirigencia política y económica, pues nadie sabe a ciencia cierta qué puede salir de esta guerra comercial. El riesgo de sufrimiento es muy alto. Los líderes y técnicos de todos los países están en acuartelamiento de primer grado, estudiando cómo van a encarar este desafío, definiendo estrategias y construyendo acuerdos políticos internos. Los invito a que miren a México y Brasil, a los países asiáticos y europeos, en donde están concentrados en atender lo que consideran una emergencia nacional, diseñando planes de manejo para esta crisis. Es apenas normal, hay que priorizar los intereses del país.
Colombia, en cambio, no está haciendo la tarea. Seguimos enfrascados en peleas y rencillas por el poder y por el mantenimiento de privilegios. El Gobierno y la oposición, un día sí y otro también, encuentran motivos para el distanciamiento recíproco. Insultos van, insultos vienen. Los medios de comunicación, por su parte —dedicados más a editorializar que a informar, como debería ser— contribuyen a fomentar la garrotera. Y las ‘barras bravas’ de uno y otro bando, que se mueven en las redes sociales, tres cuartos de lo mismo. Así, el panorama es desolador. Por ello es perfectamente entendible el desánimo y la frustración que se advierten en amplios sectores de la sociedad.
Conviene cesar las hostilidades políticas y conversar. Sí, conversar para proponer, y proponer para acordar una estrategia país. No se trata de renunciar a las convicciones ideológicas ni de silenciar las críticas, sino de civilizar la confrontación, restablecer los canales de diálogo y tejer un acuerdo de mínimos en torno a cómo debe encararse esta coyuntura.
La iniciativa, por supuesto, debería tomarla el presidente Petro, como jefe de Estado. Pero si él no lo hace, ni tampoco la oposición, deberían hacerlo otros líderes u organizaciones sociales, políticas y económicas. Es mucho lo que está en juego. No creo que sea excesivo pedir un mínimo de racionalidad, bajarle a la animosidad y apelar a la cordura. Colombia es un país altamente dependiente de EE. UU., y si se quiere dejar de serlo, hay que trabajar en planes de corto, mediano y largo plazo. Planes no de gobierno, sino de Estado, que se sostengan en el tiempo. Ese es el deber ser. Reitero que estamos en un momento muy especial, cuyo manejo determinará el rumbo del mundo para las próximas décadas. Las equivocaciones que se cometan —por acción u omisión— se pagarán caras.
Sería interesante que surgiera un grupo de buena voluntad que propiciara el diálogo. Quizás pudieran liderarlo la Iglesia católica, centros de pensamiento y organizaciones sociales; quizás las universidades. Alguien tiene que tomar la iniciativa, comenzar a caminar en ese sentido. Así ha sucedido en Colombia en otras oportunidades, cuando los dirigentes han sido inferiores a las circunstancias. Somos una de las partes más sensibles de la hierba. Está en juego nada más y nada menos que el futuro mismo del país.
Cerremos con una frase de Laureano Gómez (uno de los personajes históricos que mayor polarización política generó en Colombia), durante la guerra con el Perú entre 1932 y 1933: “¡Guerra en la frontera! ¡paz en el interior!”
ALVARO MIGUEL
abril 13, 2025 at 6:56 pmBuena y sensata columna. En momentos críticos y regidos por la incertidumbre como los presentes es necesario construir consensos y acuerdos qte trasciendan las oposiciones políticas.