Guillermo Pérez Flórez
Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores (Analdex), es un interlocutor de primer orden para analizar esta coyuntura mundial, dominada por el regreso a escena del presidente Donald Trump. La cercanía personal me ha facilitado esta aproximación para conversar con él.
Tenemos un problema: no tenemos aduana. Está cooptada por el narcotráfico, que utiliza el contrabando para lavar el dinero.
Al examinar las estadísticas del comercio internacional de este siglo, queda claro que hay una disputa entre dos grandes elefantes, el gringo y el chino, y que el chino le está ganando al elefante gringo en tres tableros: el comercio internacional, las redes de distribución y la tecnología. Es una realidad demasiado grande e importante para ser ignorada. Para Colombia es algo crítico, porque tiene un nivel de dependencia muy grande de los Estados Unidos, no solo en lo comercial. Por ello es necesario fortalecer el tejido productivo —que son las empresas—, que sin los trabajadores no podrían existir, al menos hoy, quizá en un futuro dominado por la IA, la automatización y la robótica.
—¿Cómo estás viendo toda esta guerra arancelaria?
Javier Díaz:
Trump quiere que los países paguen un peaje por entrar al mercado norteamericano
Yo creo que Estados Unidos siente que China le está ganando la partida en la parte comercial y tecnológica, y está viendo cómo recupera el terreno. Cuando uno mira el tema de bienes, sí, Estados Unidos lo está perdiendo; pero la economía de Estados Unidos, básicamente, es de servicios. Si uno mira la balanza excluyendo servicios, esta no beneficia a Estados Unidos. Y Trump quiere ver cómo recupera el terreno, porque China, en efecto, le viene ganando la partida comercial. Trump quiere poner un impuesto a todo el que quiera vender en EE. UU., porque eso le permite bajarles la renta a las empresas. “Los que quieran vender aquí —dice él— tienen que pagar”. ¿Qué fue lo que hizo el pasado 2 de abril? Presentó los aranceles. Yo diría que, a los amigos, el arancel será del 10 %; pero, a los que no son amigos o con quienes está en disputa, los aranceles van a ser mucho más altos. “Si quieren que les bajemos esos aranceles, tenemos que negociar. Denme mejor tratamiento para mis productos”. Pero, hablando con la gente de la agencia de comercio de EE. UU., nos quedó claro que el arancel del 10 % no va a desaparecer: lo van a tener todos los países. Lo que uno puede lograr es que le exceptúen algunos productos. Eso acaba de ocurrir con Inglaterra: le mantienen el 10 %, pero le bajan el arancel a los carros, el acero, las cosas que le interesan. Pero eso es negociando. Ya Chile presentó una propuesta. Trump quiere que los países paguen un peaje por entrar al mercado norteamericano.
—¿Y nosotros qué?
Podemos conseguir un tratamiento especial para los productos de nuestro interés: café, flores, aguacate y algunas otras cosas. La preocupación nuestra es que México tiene arancel cero. Él le había puesto un arancel del 25 % a México y Canadá, pero, después del 26 de enero, puso a Colombia como ejemplo; les dijo: “Miren, Colombia negoció”. Los mexicanos dijeron: “Vamos a mandar tropas a la frontera para controlar migrantes y para controlar el fentanilo”. Y, con base en eso, les bajó el arancel a cero. La presidenta mexicana ha manejado muy bien esto; logró un tratamiento especial. Cuando nosotros le preguntamos a Estados Unidos por ese tratamiento especial, nos dicen que es por el TLC. Pero nosotros también tenemos un TLC. Y nos responden: “Sí, pero México ha hecho mucho por nosotros. Merece un tratamiento especial”.
—¿Y creen que Colombia no ha hecho nada por Estados Unidos?
Parece que no, particularmente por las cifras que tienen que ver con el área cultivada de coca…
—Pero este gobierno muestra las mayores incautaciones de drogas…
Sí, claro; pero también el mayor crecimiento de área cultivada. Lo positivo es la incautación; lo negativo, el área cultivada…
—La lógica de Trump es una lógica de hombre de negocios: mira solo el balance y poco más. No mira las cosas de manera integral.
Esa es la escuela mercantilista de hace varios siglos, que decía que uno debe tener un balance con superávit: debe vender más que comprar afuera.
—Eso podría valer para un país normalito, pero para un país como Estados Unidos, que ejerce un liderazgo mundial, ¿en dónde quedan otras dimensiones, la geopolítica, el liderazgo, la cooperación…?
Totalmente de acuerdo. Un país como Estados Unidos no puede prescindir de esos factores. El mayor golpe para la economía norteamericana es la pérdida de confianza de sus socios comerciales. Sus socios comerciales perdieron confianza en los Estados Unidos. Mire a Canadá…
—Sí. Los liberales en Canadá estaban jodidos. Estaban mal; Trudeau tuvo que irse, pero comenzaron a fijar posiciones frente a Trump. Y él empezó a abrir la boca y los disparó electoralmente, y ganaron. ¿Y qué pasó en Australia? Igual. Inglaterra durante años tuvo “una relación especial” con Estados Unidos, hasta tal punto que creó condiciones para que el Reino Unido se fuera de la Unión Europea. El “efecto Trump” está aproximando al Reino Unido de nuevo a la Unión Europea. Pareciera que marcha de regreso a Europa: lo hará a su ritmo, con sus formas, como son ellos…
Ese daño está hecho. Ahora, si Trump no logra resultados rápidos —él pidió 90 días—, se le empezará a complicar la situación dentro de los Estados Unidos. Es que ya hay algunos empresarios que van a decir: “¿Qué estamos haciendo?”. La bolsa de valores, a la baja; el valor de los activos, también a la baja. ¿Qué estamos haciendo? El petróleo baja y la inflación hacia arriba. Tiene que empezar a mostrar resultados.
Vemos con buenos ojos y saludamos el preacuerdo al que han llegado en los últimos días los gobiernos de China y Estados Unidos a propósito de la reducción de aranceles, al menos por 90 días, mientras seguirán las conversaciones en el marco de esta crisis arancelaria que se ha desatado en las últimas semanas. Es mediante el diálogo, mediante el multilateralismo, mediante el encuentro entre los pueblos que vamos a poder solucionar las diferencias que tengamos, no mediante decisiones unilaterales.
—Hay otro asunto: las redes de suministro, la conectividad mundial… Ahí creo que también China va ganando…
Sí, y de ahí la disposición a ponerles impuestos a los buques chinos, o a los buques de bandera china o que hayan sido construidos en China. Eso va a causar un traumatismo en todo el tema logístico, porque todas las navieras tienen buques chinos. Los fletes van a ser más costosos, porque tienen que restringir los buques chinos y eso altera el servicio, las operaciones, las frecuencias, los tiempos, y termina llevando a un aumento de los precios.
—¿Eso podría ser benéfico para nosotros?
No. Cuando usted sube los precios, baja el consumo. Y, para nosotros, como país pequeño, dependemos de la dinámica de la demanda internacional. Cuando la demanda internacional cae, nosotros exportamos menos. Una caída en el consumo lleva a una desaceleración, un menor crecimiento.
—¿Internamente qué efecto tiene?
Hay una cosa que casi no tratamos: el contrabando chino. Eso es un peligro. Ya vamos para allá… El lío es que, si usted baja el consumo, va a tener menos pedidos, menos exportaciones, menos ingresos y menos empleos. Para que Estados Unidos bloquee a China, tiene que ponerle unos aranceles altos, porque el solo 10 % no sirve: China es una economía centralmente planificada y, entonces, el Gobierno devalúa el yuan y, al devaluarlo, disuelve el arancel. Tiene que poner un arancel alto para que no haga eso. Pero eso no para las fábricas. No; las fábricas siguen produciendo. Usted ha visto en la gráfica del comercio: de 2020 a 2024, el número de países que tienen como principal socio comercial a China ha crecido…
—En América quedamos cinco gatos…
Si China no puede poner esos productos en Estados Unidos, tiene que buscar dónde colocarlos, legal o ilegalmente. Y aquí lo hemos sufrido con el problema del contrabando.
—Sí. ¿Qué pasa con el contrabando?
Aquí tenemos un problema: no tenemos aduana. La aduana está cooptada por el narcotráfico, que utiliza el contrabando para lavar el dinero. Ya no entra el billete: ellos traen bienes, los venden y los lavan, los legalizan. Declaran precios irrisorios. Puedes encontrar importaciones de zapatos tenis (zapatillas) a 10 centavos de dólar: 400 pesos un par de Nike. Lo declaran a ese precio para pagar un impuesto bajito. Y pasa por la aduana.
—¿Y entra legalmente?
Sí, lo legalizan. Y la aduana acepta esos precios. Son precios artificialmente bajos: es lo que llaman contrabando técnico. Tienen manifiesto de aduana legal. No se puede incautar la mercancía.
Yo quiero un sistema electrónico que le permita llevar un control de la operación, que sea transparente. Le digo: si yo fabrico lo mismo que tú haces y tú compras la materia prima en la décima parte… No puedo ver la operación en la plataforma de avión, te voy a decir la verdad.
La DIAN incluso llegó al punto de que no nos daba información. Nos la daban sin el NIT del importador ni los precios. La DIAN no tiene un sistema electrónico seguro, confiable, transparente. Juan Ricardo Ortega nos decía: “Se me robaron 3.000 levantes”. ¿Qué significa eso? Son 3.000 operaciones de importación que la DIAN declara automáticas: no hay control, no hay inspección, no hay nada. Cada levante vale 70 millones de pesos. Entonces, hay gente enriquecida con esta corrupción. Usted vio lo de papá Pitufo… toda la denuncia de Ricardo Ortega. Desde entonces —y eso es ingreso marítimo— el presidente volvió a decir que hay que cambiar la vigilancia de los puertos, porque la DIAN y la Policía están cooptadas por el narcotráfico.
—¿Y es cierto?
Totalmente. Entonces, ¿cómo controla usted ese contrabando? La capacidad económica de estos personajes es tal que cooptan a toda la autoridad.
Como en sus buenos tiempos: escoja metal: ¿plata o plomo?.
Nosotros lo que hemos dicho es: ¿por qué no pensamos en acabar esta aduana como está y hacemos un sistema muy parecido al que tienen los Estados Unidos? Los Estados Unidos, después del 11 de septiembre —con el ataque terrorista—, cerraron todas sus fronteras. Pero dependen de las importaciones, de alimentos particularmente. Entonces dijeron: “¿Qué vamos a hacer? Ante un ataque, nosotros no podemos usar nada”. Montaron un sistema que llaman C‑TPAT, que es un sistema de empresas seguras. Lo examinan a usted, miran sus estándares de seguridad, su trayectoria, y dicen: “Usted es confiable, usted es C‑TPAT. Pase lo que pase en este país, usted puede salir de aquí”.
—¿Con quién has hablado en el Gobierno de esto?
Con el director de la DIAN…
—¿Qué tal él?
Muy bien. De puertas abiertas, contrario al anterior, que era imposible hablar con él.
—Bueno, hablemos un poquito de lo nacional. Una pregunta directa, a quemarropa: ¿los gremios tienen viudez de poder? Con Duque tuvieron una relación muy estrecha: los presidentes de los gremios salían para los ministerios; después se devolvían. Puertas giratorias.
Yo diría que cada gobierno tiene su forma de manejar los temas y de actuar. En la época de Álvaro Uribe, los empresarios llamaban directamente al presidente; no necesitaban al gremio. Necesitaban al gremio porque el presidente les contestaba; lo llamaban directamente. Entonces uno tenía discusiones fuertes con el presidente. Yo tuve varias discusiones muy fuertes con él. Con Santos, los empresarios sí necesitaban los gremios porque Santos no les contestaba; los remitía a los ministros. Ahí hubo un choque para los empresarios. Llega Duque y todo era con los gremios y también con los empresarios: tenían acceso directo. Eso es verdad. Teníamos una cercanía con Duque, incluso personal. Conocí a Duque desde pequeño, desde niño: yo iba a la casa de Iván Duque Escobar y ahí estaban los pelados con los hijos de mi jefe; eran vecinos. Yo iba a ver a mi jefe y ahí estaba Duque. Con este gobierno no hay mucha interlocución: ni el presidente ni los ministros dan el espacio.
—¿Con quién se relaciona mejor este gobierno: con los gremios, con los empresarios o con ninguno de los dos?
Con ninguno. Él trata de tener un mejor relacionamiento con los pequeños, con los que no están organizados, con los que antes no tenían ningún acceso. Pero la gente social sí que no se organiza. Y cuando se dirige a los empresarios organizados, es para maltratarlos: esclavistas, narcotraficantes, explotadores… Le cuento un secreto: a mí me contactaron para que formara parte de uno de los equipos de negociación con las disidencias. Yo estaba mirando la posibilidad de participar. Pero, al mismo tiempo, salió el director de la DIAN, Luis Carlos Reyes, a decir que yo no estaba de acuerdo con lo que él estaba haciendo en la DIAN, que yo defendía a los contrabandistas y que yo no representaba bien a mis afiliados, que estaba defendiendo a los contrabandistas. Entonces yo le dije a la persona de la DIAN que yo no aceptaba ese trato, porque para una cosa yo le sirvo y me tratan bien, pero por el otro lado no le sirvo y me tratan mal.
—¿Entonces no hay puentes con el Gobierno?
Están maltrechos, muy maltrechos. Cada uno de los gremios tiene una mala interlocución con el ministro respectivo.