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Sembrando conflictos

Augusto Trujillo Muñoz

Expresidenre Academia Colombiana de Jurisprudencia

El Departamento de Estado norteamericano produjo un comunicado en el cual se lee que los acercamientos de Colombia con China son decepcionante y contraproducentes. Creo que tiene razón, pero al revés: la decepción es colombiana porque su solidaridad con Estados Unidos es histórica. Colombia ha sido un socio noble, incondicional y, de seguro, el más recto y estable de todo el hemisferio. Los gringos tienen un aserto que resulta oportuno usar para este caso: Colombia ha sido leal con ellos “hasta más allá del cumplimiento del deber”.

Colombia ha mantenido distancias con China hasta más allá de lo conveniente para sus intereses, entre otras razones, por honrar su lealtad con Estados Unidos. Ahora que le cambian las reglas resulta ingenuo, incluso torpe, pretender que nada ocurra.

Más allá, o más acá, de que Trump es una simple coyuntura que puede desaparecer en cuatro años, sus afirmaciones son incoherentes frente a lo que ha sido la historia común.
Además, son contraproducentes para los mismos Estados Unidos, porque obstruyen relaciones que han sido fluidas e inducen la mirada a mirar hacia otros horizontes en busca de relaciones fructíferas y no sujetas a amenazas. Trump parece hábil para atizar las crisis, pero torpe para generar soluciones, y eso deja huellas en el largo plazo.

Colombia ha mantenido distancias con China hasta más allá de lo conveniente para sus intereses, entre otras razones, por honrar su lealtad con Estados Unidos. Ahora que le
cambian las reglas resulta ingenuo, incluso torpe, pretender que nada ocurra. En su momento, Reagan impuso el libre comercio y exigió la firma de tratados a los países del
hemisferio. Claro, también hubo improvisación del gobierno colombiano en el proceso de la apertura económica. Pero es absurdo pretender unilateralmente una vuelta al pasado y obligar a todos a hacer lo mismo, solo porque el presidente gringo vive en siglo XX y cree tener autoridad para utilizar la fuerza sobre el derecho y ejercer la arbitrariedad como política.

Desde la consolidación del Estado de Derecho, presidentes como Roosevelt, Carter, Obama, gobernaron con respeto por el rule of law. Otros como Nixon, Reagan o Bush, lo suscribieron a medias. Pero las figuras como Trump son exóticas en cualquier ámbito civilizado, aún hoy cuando parece que el mundo está regresando a la barbarie: basta mirar el genocidio de Israel en Gaza. Si Trump hubiese tenido que enfrentar la Crisis de los Misiles, en 1962, felizmente manejada por los presidentes Kennedy y Kruschev, habría sido inevitable la tragedia.

Colombia está en su derecho de buscar alternativas para ejercer el comercio y acelerar su desarrollo. Es más, está en la obligación de hacerlo. Ello para nada se opone a mantener las mejores relaciones con Estados Unidos. Incluso le resulta conveniente. Solo se requiere el comportamiento civilizado de las respectivas dirigencias. Lamentablemente, la gringa es mucho más plutocrática y autoritaria que republicana y sensata; y la colombiana mucho más ideologizada e inepta que responsable y prudente. Aquí el gobierno es agresivo y pendenciero; la oposición, provocadora y fanática. Ni aquel sabe gobernar, ni esta sabe oponerse. Ninguno de los dos acepta un sí por respuesta y ambos ejercen una política sórdida que está incendiando el país.  


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