Guillermo Pérez Flórez
Con la renuncia definitiva al Partido Liberal del exsenador Mauricio Jaramillo Martínez se cierra un capítulo en la historia de esa colectividad en el Tolima. Es un hecho que amerita análisis: no se trata de un episodio menor, pues el liberalismo tolimense siempre tuvo relevancia nacional. No olvidemos que estamos hablando del partido de Manuel Murillo Toro y José María Samper, figuras sobresalientes del radicalismo liberal del siglo XIX. Y del partido de Alfonso López Pumarejo y Darío Echandía, líderes de las grandes transformaciones de la primera mitad del siglo XX.
La República Liberal, como se conoce al período de 1930 a 1946, significó la derrota de la hegemonía conservadora que venía del siglo XIX e introdujo profundas reformas políticas, económicas y sociales, en sintonía con el New Deal de Franklin D. Roosevelt, que sacó a Estados Unidos de la depresión con políticas de intervencionismo estatal —tan satanizadas por el liberalismo clásico de la época y por el neoliberalismo de hoy. Con la inteligencia superior de Echandía, se consagró la función social de la propiedad y se lograron grandes conquistas laborales, como el derecho a la huelga, y el sufragio universal, eliminando restricciones de riqueza y alfabetismo para poder votar. Se abrió el debate sobre la separación entre Iglesia y Estado, y se reconocieron mayores derechos a las mujeres. Fue tanto el liderazgo tolimense en la escena nacional, que el jurista Augusto Trujillo Muñoz afirma que allí surgió lo que él denomina la Escuela del Tolima.
Mauricio Jaramillo pertenece a una familia que ejerció un liderazgo destacado en el liberalismo tolimense durante casi medio siglo, a través de sus padres, Alfonso Jaramillo Salazar e Hilda Martínez de Jaramillo, y de su hermano, Guillermo Alfonso. Además, él mismo lo dirigió durante cerca de tres lustros. Piénsese que en la pasada elección para la Gobernación obtuvo 85 mil votos, a pesar de estar inhabilitado y de haber hecho muy poca campaña. Su renuncia no es una simple anécdota. Y si se quiere ser justos, hay que decir que la crisis liberal no comenzó con su jefatura, sino cuando dejó de ser “el partido del pueblo” y se entregó a la politiquería, se dejó penetrar por el narcotráfico y cooptar por los grupos económicos. Luis Carlos Galán denunció, a comienzos de los años ochenta, que el liberalismo se había convertido en un partido reaccionario. La crisis del liberalismo tolimense se hizo más evidente en las últimas dos elecciones al Senado, cuando buscó candidatos en Caldas, porque aquí “no había gente ni con los votos ni con la plata suficientes”. Votos y plata, no capacidades intelectuales ni patrimonio moral.
No pretendo abrir un juicio contra quienes manejaron el liberalismo durante los últimos cuarenta años. Eso lo hará la historia. Ya habrá ocasión para ese ejercicio. Lo que sí quiero decir es que resulta doloroso que la causa por la que muchos entregaron vida, honra y bienes, esté hoy casi en vías de extinción. Pienso en mis padres, desplazados por la violencia contra los liberales, como miles de hombres y mujeres en toda Colombia. También quiero señalar que el caso del Tolima puede ser el más notorio, pero no es el único. No. Tan profunda es la crisis, que entre los casi setenta precandidatos presidenciales actuales no figura ningún liberal destacado, a pesar de contar con figuras de trayectoria y experiencia como Alfonso Gómez Méndez, Humberto de la Calle, el exconstituyente Fernando Carrillo, la jurista Sandra Morelli o el economista José Antonio Ocampo.
Reconstruir el liberalismo en el Tolima, y en el país, parece una misión imposible. Pero Gaitán decía que el pueblo es superior a sus dirigentes. Ya veremos si es verdad, y si le da al liberalismo una segunda oportunidad sobre la tierra. ¿Qué dirá de todo esto el expresidente Gaviria?
Armando Polanco Cuartas
julio 13, 2025 at 1:24 pmSiempre me ha llamo la atención que niño, en los años 70 me llamaba mucho la atención como un hombre de origen conservador, que se comportaba como conservador, que había sido elegido concejal de su pueblo y representante a la Cámara de Representantes por su departamento y por el Partido Conservador, cuando pasaba por momentos alegres y de la nada daba un sonoro grito y levantaba su brazo derecho en señal de lucha, diciendo “viva el glorioso partido liberal”. Era mi papá, Armando Polanco Urueña (Honda 1929 Ibagué 2025). Entonces en el siglo pasado sí había partidos que generaban admiración y en este siglo esa es la misión que tenemos los colombianos, volver a construir partidos como esas personas jurídicas sin ánimo de lucro no franquicias de avales, no empresas electorales.