Alfonso Gómez Méndez
Hace varios años, Alfredo Vásquez Carrizosa, político e intelectual conservador y estable canciller -ese sí duro los cuatro años- de Misael Pastrana Borrero, escribió un ensayo que sigue teniendo vigencia titulado “La Presidencia Imperial”. Trata sobre los infinitos e ilimitados poderes que tiene el presidente en Colombia.
El libro comentaba los poderes del presidente en la Constitución de 1886, pero la verdad es que la situación no cambió sustancialmente con la de 1991. Aparte de los todavía exorbitantes poderes que hoy mantiene el presidente de designar ministros y embajadores, antes éste podía designar libremente gobernadores y alcaldes, facultades que le fueron suprimidas en el primer caso desde 1991 y en el segundo, desde 1986. El peso del presidente era tal en el 86, tenía un período de seis años con posibilidad de reelección inmediata y casi total irresponsabilidad por sus actos como gobernantes que, dicen los historiadores, cuando le hicieron ver a don Miguel Antonio Caro, con Núñez, el “padre” del engendro regeneracionista, que habían establecido una especie de monarquía, contestó cínicamente “si, pero lamentablemente electiva”.
Es verdad que por la elección popular de alcaldes y gobernadores, no existe la “centralización política” de antes. Sin embargo, con las pocas limitaciones que se establecieron en el 91, el presidencialismo continúa siendo excesivo. Hoy el presidente sigue siendo jefe de Estado, de gobierno y suprema autoridad administrativa. Es el comandante en jefe de las Fuerzas Militares y de Policía y el director supremo de las relaciones internacionales. Aun cuando a veces parecería haber pruebas en contrario, sigue simbolizando la “unidad nacional”. La capacidad nominadora sigue intacta, pues nombra y des nombra -en ocasiones a granel- ministros, directores de departamento administrativo, de institutos descentralizados y hasta los “jefes de gabinete” figura extraña pues en un régimen presidencial el único jefe de los ministros debería ser el presidente. Ejerce funciones de “inspección” sobre la educación y tiene por lo menos, con el ministro de Educación, dos representantes directores en las universidades públicas, sin limitación alguna, como lo demuestra el nombramiento de una inteligente y afortunada joven bachiller de 22 años en el consejo directivo de la Universidad Popular del Cesar, como lo mencionó la revista “Cambio”. A través de las cada vez más poderosas superintendencias, ejercen también inspección y vigilancia sobre la actividad financiera, bursátil y societaria.
Un presidente en Colombia -no solamente el actual inquilino de la fría casa de Nariño- es además colegislador, pues a través de los ministros presenta proyectos de ley y de reformas constitucionales, y hasta de consultas populares y puede objetar no solo proyectos de ley sino también de reformas constitucionales.
La separación de poderes entre el ejecutivo y el legislativo se ve afectada por el clientelismo. La ausencia de partidos le permite a los presidentes hacer, no negociaciones con los partidos sobre programas, sino al detalle con cada uno de los parlamentarios. Varias veces, por ejemplo, los jefes de los partidos -los que quedan- se han visto desautorizados por cuanto sus parlamentarios no les obedecen si hay puestos de por medio del ejecutivo. En la mayoría de los casos, con la sola excepción de los ministros Sabas Pretelt y Diego Palacio, las denuncias sobre cohecho político no prosperaron. Ni que decir que por el sistema de investigación y juzgamiento, en la práctica, los presidentes en Colombia no responden ni judicial ni políticamente.
La moción de censura como limitación a la facultad de remoción de los ministros no pasa de ser un chiste. El Presidente interviene en la designación de algunos miembros de la Junta del Banco de la República, hace la terna para Fiscal y Defensor del Pueblo, participa en la integración de la terna para Procurador General y postula a la tercera parte de los magistrados de la Corte Constitucional; y ahora, mientras no aparecen las restricciones, sin límites, se toma los canales de televisión en una proporción que no lo hicieron con la radio, ni Churchill ni De Gaulle, durante la segunda guerra. Por eso con la elección de presidente, casi que se juega todo el poder en el país. ¿Hora de pensar en un sistema parlamentario?