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Nos quieren sacar las tripas 

Alexander Velásquez

“Sólo la repetición constante puede lograr finalmente que una idea quede grabada en la memoria de las masas”, escribió Hitler en su libro “Mi lucha”.

¿Qué dice el diccionario sobre el verbo destripar?

Abelardo De la Espriella sufre de incontinencia verbal. Pero esa “enfermedad” no se combate con aspirinas, sino con un llamado de atención oportuno ante la justicia. El presidente Petro le solicitó a la Fiscalía General de la Nación “iniciar investigación contra esta persona que amenaza de muerte a un grupo poblacional con identidad política, que es crimen contra la humanidad”.

Hoy un huracán fascista recorre el mundo, encarnado en personajes con poder para decir lo que se les da la gana, incluso lanzar amenazas a través de una emisora, sin que pase nada. Pero algo debería pasar, porque este país, de a poquito, está cambiando. Si algo enseñó la condena al dos veces presidente Álvaro Uribe Vélez, es que en Colombia no hay intocables, por mucho poder acumulado o fortuna amasada. Los únicos intocables son los de la película.

La larga frase que soltó De la Espriella, a través de los micrófonos de La Fm, emisora del empresario Carlos Ardila Lülle, resume el pensamiento de quienes creen, maquiavélicamente, que en este mundo hay gente que está sobrando, que así piensa, por ejemplo, Israel sobre el pueblo palestino, que desde siempre sufre lo indecible ante un mundo que calla manicruzado.

“Esto no se va a quedar así y sepan ustedes, señores de la izquierda, que en mí tendrán siempre un enemigo acérrimo que hará todo lo que esté a su alcance para destriparlos como corresponde, porque ustedes no merecen un trato diferente. Conmigo no va a haber sentadas, conmigo no va a haber saludos, conmigo no va a haber nada, absolutamente nada distinto a enfrentarles determinada y decididamente para acabar a ese cáncer que significa la izquierda radical. A esa plaga hay que erradicarla. Así de sencillo, y en mí encontrarán el peor enemigo posible”, aseguró el abogado con ínfulas presidenciales.

Pensé que el hombre estaba pasado de tragos, aunque tampoco me consta su sobriedad.  Por supuesto, jamás obtendrá mi voto si se lanza a cualquier vaina.  

De esa mezcla entre periodismo y política, empaquetada en las redes sociales, la democracia y los ciudadanos están recibiendo un gas letalmente tóxico. Sin ética y sin cordura, ¿qué nos queda?

“Esto no se va a quedar así”, dijo. No hay que echar sus palabras en saco roto, porque en este país, que ha visto correr sangre desde antes de uno nacer, las palabras tienen un poder trágico. Así hablaba el matón de la clase, recuerdo yo. Sería interesante averiguar si desde chiquito Abelardo tenía la costumbre de intimidar a sus compañeritos. Hace tiempo reconoció que fue un maltratador de gatosLos quemaba con pólvora, no los destripaba (del verbo sacar las tripas), aunque tampoco me consta eso. La confesión la hizo en el programa The Susos Show en 2013.

Lo peor no es que este personaje sea como es. Lo peor es que Colombia y el mudo están llenos de Abelardos que menosprecian al de al lado, como si de verdad se creyeran el cuento de que son los elegidos para gobernar al mundo. Estas personas, con sus discursos de odio, son un peligro para la sociedad por el mal ejemplo que infunden y los mensajes que envían. Tienen claro el relato y van por la vida buscando quien se los compre o copie.

Las conductas descalificadoras, como las que usa continuamente el abogado costeño, ponen una lápida sobre las personas. ¿Los magnicidios de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro le parecieron pocos? Y no, no eran tres gatos. Eran tres candidatos a la presidencia de la República. Las miles de víctimas de la violencia política contra la izquierda lo mínimo que merecen es una disculpa y una retractación públicas de su parte. Porque en un mundo supuestamente libre, los progresistas tienen derecho a coexistir con los demás espectros ideológicos del pensamiento.

Su lenguaje, señor Abelardo, más que ofensivo, es temerario. Es el discurso de quien desconoce los muertos y la historia que se escribió con sangre para quitar gente del camino.

¿Sabe? Hitler dijo que “los judíos son una raza, pero no son humanos”, y por eso dedicó su desgraciada vida a borrarlos del mapa. Y no digamos que como a cucarachas, porque ellas sí sobrevivirían ante un posible cataclismo. Los nazis causaron un Holocausto a lo largo de Europa y en Colombia las fuerzas oscuras del Estado cometieron un genocidio contra los militantes de la Unión Patriótica. Decir plaga y cáncer a seres humanos es negar la humanidad de hombres y mujeres pensantes y sensibles.  

Amenazar con destriparlos (¿cómo hizo Jack El destripador, aquel asesino en serie londinense que, a finales del siglo XIX, causó la de muerte de mujeres, cortándoles la garganta, mutilando sus genitales, extirpando órganos y desfigurando sus rostros?), es una advertencia de lo que podría ocurrir en Colombia (¡volver a ocurrir!) si los colombianos eligen gobernantes con aura ultraderechista. Sea responsable con las palabras que salen como puñales de su garganta.

“Cuando la derecha regresa, regresa a vengarse”: Rafael Brarajas, del Partido Morena de México

El mundo libra una batalla cultural

“Cuando la derecha regresa, regresa a vengarse”, señaló Rafael Brarajas, del Partido Morena de México, durante la reciente Convención del Pacto Histórico. “Estamos en una batalla cultural fundamental por el humanismo”. (…)  es la batalla del humanismo contra la violencia y la propaganda de los señores del dinero. (…)”, dijo, exhortando a los movimientos de izquierda a superar sus diferencias para unirse y dar la pelea a través de las ideas. “Lo único que nos puede garantizar la cohesión es la formación política, sólo con formación puede haber transformación”, argumentó.

Lo reiteró el expresidente colombiano Ernesto Samper en un trino del 13 de julio d 2025: “En América Latina estamos frente a una peligrosa ola de derechización impulsada desde Florida, con redes digitales, lawfare y discursos de odio (…) Todo esto marca el regreso del odioso Tío Sam de los años 50 y de la peligrosa Operación Cóndor de los años 60, especialmente en los países del sur. (…) el progresismo es el único antídoto posible frente al avance del Fascismo”. El término lawfare alude a la persecución judicial con tintes políticos. Les recomiendo escuchar la lectura completa de la columna que escribió para el diario The Guardian.

Basta con googlear el término Operación Cóndor para entender que el terrorismo de Estado se extendió a partir de 1975 a través de las dictaduras latinoamericanas, que en Colombia tuvo su capítulo particular con el Estatuto de Seguridad, de Julio César Turbay Ayala (1978-1982). La sevicia contra la izquierda incluyó vigilancia, detención, interrogatorios, torturas, violación, desaparición y asesinato.

El sociólogo Orlando Fals Borda, de quien se conmemora un siglo de su natalicio este 2025, lo resumió en el prólogo del libro “La Violencia en Colombia”, referente y autoridad en la materia. 

“Los ciclos de violencia y terror se han venido repitiendo así con autores y actores redivivos que apenas cambian de nombre o apelación, pero que siguen haciendo los mismos crímenes, de caso los comienzos del siglo XX cuando dispusieron la represión a muerte de los revolucionarios socialistas. Sucesivas generaciones de matones, “pájaros”, “chulavitas”, “cóndores” y Convivires, más autodefensas paramilitares y narcotraficantes, hicieron de las suyas con la culpable protección encubierta del Estado”.

En la cumbre Democracia Siempre, que reunió en Chile a los presidentes progresistas de Brasil, Colombia, Uruguay y España, además del país anfitrión, los mandatarios acordaron actuar coordinados para combatir el crimen organizado, la desinformación y el calentamiento global. “Las internacionales de la derecha se reúnen permanentemente y están articuladas. Y nosotros tenemos que hacer eso, pero en positivo”, planteó el presidente Gabriel Boric, como resumió El País de España.  

La amenaza ya se extiende por latinoamericana. Desde Argentina, el presidente Javier Milei escupió su rabia en enero a través de X: “Zurdos hijos de puta tiemblen”. A la senadora María Fernanda Cabal se le agradece “su benevolencia” al llamarlos izquierdópatas, un término inventado por ella.

Mientras en el Salvador, Nayib Bukele violenta la Constitución para reelegirse indefinidamente, en Colombia usaron la sede del Capitolio Nacional (Salón Galán) para anunciar el nacimiento de un movimiento llamado Bukelistas Colombia, inspirado en el político salvadoreño. Para quienes no saben, sobre Bukele pesan denuncias por violación de los derechos humanos y ataques a la prensa. Durante la última edición del Premio Gabo, el periodista salvadoreño exiliado Bryan Avelar, “denunció la persecución e intentos por silenciar voces disidentes del presidente de su país, Nayib Bukele, a quien calificó de «dictador»”.

Avelar ganó uno de los galardones por el pódcast ‘Humo: Murder and Silence in El Salvador’, sobre un asesino en serie que, precisamente, develó la crisis de violencia y derechos humanos en el país centroamericano.

De esa mezcla entre periodismo y política, empaquetada en las redes sociales, la democracia y los ciudadanos están recibiendo un gas letalmente tóxico.

Relatos como el del señor Abelardo, equiparables a los de Javier Milei, configuran un estigma y desprecio evidentes. El debate, que debería ser sobre las ideas y las propuestas, resulta que es sobre las mentiras, los señalamientos y las estigmatizaciones. En eso consiste la batalla cultural. En una narrativa que se repite como sonsonete para atacar al contrario. Lamentable que los periodistas no lo hayan cuestionado al aire, como si cohonestaran con el insulto y el oprobio.  

Mientras la Fiscalía se pronuncia sobre este caso, al petrimetre hay que recordarle que no es el dueño de un país, mucho menos de las personas que lo habitan. No puede disponer de los demás como dispone de su séquito o servidumbre. A veces -pero solo a veces- he tenido la impresión de que ciertos ricos en Colombia han aprendido a despreciar a la izquierda a través de aquellos con que se relacionan, por fuerza de las circunstancias, y que están una clase social debajo de la suya.  

Sepa, don Abelardo, que todo cuanto existe y tiene vida en este mundo, no es más que una casualidad, un accidente dentro de ese accidente mayor que fue el Big Bang. Aquí estamos todos de paso. No necesita amenazar a nadie. La vida misma, desde el nacimiento nos impone el mismo final a todos, la impermanencia, incluida la suya. Se nace con privilegios desde la cuna, pero no vaya usted a creer que los ricos son los únicos con derecho a reproducirse. El don de gentes sí es una cuestión genética, aunque algunos vinieron con el ADN defectuoso.

Una persona de izquierda suele tener poco dinero en los bolsillos, pero ese poco lo invierte en lecturas edificantes que ponen el humanismo por encima de cualquier medida monetaria. Usted es lo más parecido a Donald Trump (parecido en lo deslenguados, más no en el capital acumulado), y tanta palabrería habla más por usted que su etiqueta y su fino vestir.

No busque enemigos donde no los hay. Sus enemigos están en su propia cabeza. Utilice el poder que le ha conferido el dinero para construir y construirse como ser humano. El mundo, incendiado como está, no necesita más gasolina. Y el exceso de whisky tampoco ayuda. Deje su ventolera para los próximos carnavales de Barranquilla.  

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