Alfonso Gómez Méndez
El abogado y periodista Oscar Alarcón, en su columna de “El Espectador” recordó el cumpleaños del profesor, jurista y hombre público Jacobo Pérez Escobar, secretario general de la Constituyente de 1991. El sábado pasado, su familia y un grupo de amigos entre quienes se encontraban el presidente de la Corte Constitucional, Jorge Enrique Ibáñez y los constituyentes Hernando Herrera Vergara y Aida Abella, y el ex ministro Amilkar Acosta, le rindieron un homenaje en el que se recordó la trayectoria vital de este gran colombiano por haber llegado a la cima de sus cien años.
Hombre de provincia, de Aracataca como García Márquez, de quien además fue condiscípulo en la facultad de derecho de la U Nacional, brillante estudiante desde la escuela de “El Retén”, pasando por el Liceo Celedón, la Nacional y la Sorbona, siempre becado por su inteligencia y disciplina de estudio. Superó muchas barreras económicas, sociales y hasta raciales -orgullosamente negro caribeño- y utilizó los más altos cargos en el Estado: magistrado de la Corte Suprema y del Consejo de Estado, gobernador de su departamento y secretario general del ministerio de Gobierno cuando el jefe de la cartera era Misael Pastrana Borrero, entre muchos otros.
Simultáneamente tuvo una destacada carrera académica. Escribió obras perdurables que siguen siendo textos de consulta. Jamás puso sus extraordinarios conocimientos jurídicos al servicio de causas políticas y menos por intereses económicos. Tuve el honor de ser su alumno en el Externado. Quienes asistimos el sábado a ese homenaje rodeado de sus hijos y nietos, nos deleitamos escuchándole una disertación de cuarenta y cinco minutos en la que hizo gala de su memoria -citó muchos episodios de su vida con fechas, lugares y personas sin una sola equivocación-, orden mental, formación jurídica y conocimiento profundo del Estado y de nuestra historia. Su discurso improvisado -no consultó un solo papel- lo terminó contándonos su participación en la constituyente. No cobró, como él dijo, “un solo centavo”.
Por sus profundos conocimientos en constitucional y en la ciencia jurídica, fue el “notario” de la constituyente y asesoró a muchos de sus miembros. Con absoluta precisión volvió a describir, como lo había hecho hace unos años en un escrito titulado “Constituyente de 1991, la farsa del Capitolio Nacional”, esos últimos momentos en que por la tiranía del tiempo no se alcanzaron a aprobar los textos dentro del plazo señalado y cómo, en el acto solemne se escribió un papel en blanco, que él y una comisión solo vinieron a concluir los textos tres días después. El hecho político mismo que representó al constituyente y sus indudables avances, sepultó para la historia este suceso. El país está en mora de hacerle un homenaje nacional a este joven de cien años.
El atentado a Miguel Uribe Turbay
Solamente repudio, indignación y solidaridad con una familia -con algunos de cuyos miembros me une entrañable amistad- me suscita el atroz atentando contra el joven senador Miguel Uribe Turbay.
Unas reflexiones adicionales:
1. No es cierto que se esté repitiendo la década del 90, en la que hubo dos tipos de magnicidios: Los de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, que fueron auspiciados por sectores de la extrema derecha para atacar los procesos de paz de Betancourt y Barco; y, los de Guillermo Cano, Rodrigo Lara, Carlos Mauro Hoyos, Valdemar Franklin Quintero y Galán que fueron parte de la estrategia de los narcoterroristas para quitarse de encima la extradición. La muerte de la madre de Miguel Uribe, Diana Turbay, se enmarca dentro de esta categoría pues ella hizo parte de los secuestros selectivos perpetrados por Pablo Escobar con el mismo fin.
2. Solo una investigación seria determinará que hay detrás de este atentado. En esta ocasión por lo menos se capturó el menor utilizado como sicario y se puede llegar al fondo teniendo en cuenta además que ahora la policía judicial dispone de herramientas técnicas que no existían hace treinta años.
3. Como lo expresé en una columna anterior, en Colombia los discursos violentos pueden generar acciones violentas como ya ocurrió en 1949 en una sesión de la Cámara presidida por un conciliador y amigo de la paz, el joven representante Julio César Turbay, luego presidente de Colombia.