Víctor Alarcón Zambrano
Análisis – Especial para “Demócratas”
Han transcurrido cinco meses desde la llegada de la nueva administración republicana, y contra todo pronóstico, la aceptación presidencial ha comenzado a decaer. Según una encuesta reciente de The Economist y YouGov Pol, solo el 41% de los ciudadanos aprueban la gestión del Presidente. Incluso, dentro de su propio partido surgen críticas a varias de sus decisiones.
El descontento no se limita al tema de la inmigración, aunque este sea el más mediático. La desaprobación se extiende a áreas clave como el manejo del crimen, la seguridad, el aborto, la política interna, la economía y las relaciones internacionales: precisamente las razones por las que muchos votaron por él.
En asuntos específicos, los índices de aceptación son aún más bajos: sólo el 35% respalda su gestión económica, el 29% su postura sobre el aborto y el 43% su enfoque frente a la inmigración. En cuanto a su papel en Medio Oriente, la percepción mayoritaria es que podría “destrozar al país”. Solo un asunto le genera respaldo mayoritario: el control fronterizo, con un 54% de aprobación. “Nadie pudo pasar el muro en el último mes”, afirmó el presidente, como prueba de su éxito en esa área.
Sin embargo, las protestas contra su política de deportaciones continúan en numerosas ciudades, con el respaldo creciente de líderes locales, funcionarios de ambos partidos y gran parte de la prensa nacional. Destaca el enfrentamiento con la cadena FOX, tradicionalmente aliada del partido, que ha cuestionado al mandatario no solo en materia migratoria, sino en diversos frentes.
Algunas órdenes ejecutivas —como las relacionadas con aranceles o la migración— han sido suspendidas o modificadas para dar paso a negociaciones internacionales. La presión ha llevado al presidente a flexibilizar su discurso. Recientemente, ordenó al servicio de inmigración suspender redadas y deportaciones en hoteles, fincas, restaurantes y obras en construcción, argumentando que estas “afectan de manera agresiva y negativa” a sectores clave de la economía, según reveló a la prensa un asesor cercano, bajo condición de anonimato.
No obstante, esta aparente moderación contrasta con su retórica en redes sociales, donde asegura: “Tenemos todo en nuestro poder para ejecutar la mayor operación de deportaciones en la historia del país”. Su jefe de gabinete, Stephen Miller —arquitecto de la estrategia migratoria—, ha sido aún más contundente: “Los oficiales encargados de las deportaciones deben alcanzar 3.000 arrestos diarios, no apenas 650 como hasta ahora”.
La situación nacional se muestra cada vez más confusa, y nuevas tensiones internacionales agravan el panorama. El reciente ataque militar a Irán, denominado “Operación Martillo”, ha desplazado momentáneamente el foco de atención. La opinión pública espera que el presidente priorice una crisis de mayor calado.
Las reacciones son encontradas: mientras el primer ministro israelí agradeció el bombardeo afirmando que “construimos la paz con la guerra”, el papa León XIV respondió con firmeza: “La guerra solo conduce a la destrucción y no es el medio para alcanzar la paz”.
Irán ha amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz, paso estratégico por donde transitan millones de barriles de petróleo con destino a países como China, India, Estados Unidos y otros. Un eventual cierre afectaría el suministro global de combustible, disparando los precios del gas, la gasolina y los derivados del petróleo. América Latina sería una de las primeras regiones en sufrir las consecuencias, especialmente bajo condiciones climáticas adversas.
El conflicto apenas comienza. Alexandria Ocasio-Cortez, legisladora por Nueva York, ha solicitado la destitución del Presidente por haber iniciado acciones bélicas sin la autorización del Congreso, lo que constituye una violación a la Constitución. Varias voces del legislativo han manifestado su apoyo a esta iniciativa.
Cabe recordar que Estados Unidos mantiene 19 bases militares rodeando a Irán, con cerca de 45.000 soldados desplegados en países como Bahréin, Egipto, Irak, Jordania, Kuwait, Catar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes. Sin embargo, el reciente ataque fue lanzado directamente desde territorio estadounidense, utilizando bombarderos B-2, y según reportes, habría destruido el programa nuclear iraní.
“Sería muy mala idea si responden a nuestro ataque”, declaró Pete Hegseth, ex presentador de televisión y actual secretario de Defensa.
En resumen: a la crisis migratoria se suma ahora la amenaza de una guerra. Solo queda esperar que el conflicto en Medio Oriente no escale hasta convertirse en una nueva guerra mundial.