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Dos decisiones particulares que cambiaron al mundo, para mal.

Octavio Cruz

En medio de la polémica política y judicial interna generada por el juicio al expresidente Uribe —y sin pretender insinuar que antes de los hechos que mencionaré el mundo no tuviera ya problemas graves, porque siempre los ha habido— considero que existen dos momentos clave que afectaron de manera profunda las sendas económicas y sociales de la humanidad. Se trata de decisiones tomadas tras extensas conflagraciones fratricidas y en el marco del nacimiento de los denominados Estados sociales de derecho. Son temas que, aunque afectan de forma trascendental y directa nuestras existencias comunes, parecen vedados para las personas del común. Los grandes medios de comunicación, dirigidos por supuestos expertos —o mal llamados especialistas— los abordan de manera despectiva, tangencial o superficial, ignorando las profundas repercusiones que han tenido sobre las sociedades que los han padecido.

Me refiero a dos decisiones concretas: la adopción del dólar como moneda de uso global sin respaldo en oro, y la declaratoria de guerra contra las organizaciones dedicadas al narcotráfico. Aunque a primera vista parezcan asuntos inconexos, están íntimamente ligados al modelo de dominación global impulsado por un imperio que se erigió como juez y tutor del mundo tras la caída del imperio británico luego de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos.

Ambas decisiones fueron tomadas durante el gobierno de Richard Nixon y marcaron un punto de inflexión en las políticas internas de ese país, cuyas consecuencias se extendieron también a los países satélites, es decir, a aquellos que terminan soportando los efectos colaterales y orbitales de esas determinaciones.

En cuanto al dólar, se resolvió eliminar el patrón oro como respaldo de las emisiones monetarias, otorgándole a la Reserva Federal —una entidad de carácter privado— la facultad de imprimir billetes cada vez que lo considerara necesario para cubrir excesos en gasto público, créditos, préstamos o incluso desfalcos. Esto fue justificado bajo el credo neoliberal de que los mercados se autorregulan. Paralelamente, se manipularon instituciones creadas para dirigir el mundo como si fueran divinidades terrenales —caso del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial— que, con facultades inmensas, impusieron políticas públicas y financieras a naciones enteras. El mundo tardó en advertir la magnitud de la triquiñuela. Solo ahora comienzan a vislumbrarse los efectos perversos de esa jugada maestra: emisiones desaforadas de bonos basura, respaldadas no por riqueza tangible sino por la fe, la credibilidad o, en el peor de los casos, la fuerza.

La llegada al poder de gobiernos con actitudes de rufián —sin tapujos ni elegancia— hizo evidente que no era sostenible semejante despropósito. De ahí que surgieran voces de resistencia agrupadas en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, entre otros), que han propuesto una multipolaridad menos dependiente de abusos y castigos arbitrarios, o al menos un contrapeso frente a la unipolaridad impuesta a la fuerza.

Por otro lado, la llamada “guerra contra las drogas” ha revelado, con el tiempo, que detrás de esa cruzada se ocultaban intenciones de control social y político, particularmente contra poblaciones históricamente marginadas. Afrodescendientes, latinos y asiáticos fueron convertidos en chivos expiatorios dentro de una estrategia que supuestamente combatía estructuras criminales, pero que en el fondo parecía estar al servicio de un modelo económico beneficiado por la ilegalidad misma. Las grandes corporaciones y sistemas financieros han sido —aunque pocos lo reconozcan— los principales beneficiarios de esta confrontación, que ha dejado naciones enteras devastadas, sin que se propongan soluciones políticas, económicas o sociales reales para las poblaciones afectadas.

La gran lección que dejan estos dos hechos es que no siempre se necesita la opinión de los “expertos” cuando las intenciones que se ocultan tras las decisiones son torcidas, oscuras, absurdas o directamente ilícitas.

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  • Carlos Lagos
    julio 30, 2025 at 2:34 am

    Muy interesante esta correlación

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