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Desarmar los espíritus

Augusto Trujillo Muñoz

“Es una lástima. El trámite de un importante mecanismo previsto en la Constitución se malogró (…). Entendimos que el presidente quería acudir al pueblo para fuera este quien decidiera, dado el arbitrario bloqueo —en la Comisión Séptima del Senado— de una iniciativa orientada a devolver a los trabajadores derechos y garantías de los cuales habían sido despojados (…). No se ve la razón para que, en vez del trámite pacífico y tranquilo de lo previsto en la normativa, se haya generado toda una clase de mutuas descalificaciones, recriminaciones, ataques personales en medios de comunicación, en redes sociales, en plazas públicas y en el Senado”.

Las líneas transcritas son apartes de una reciente columna de prensa, escrita por el jurista José Gregorio Hernández para el diario El Tiempo, titulada “Un trámite deplorable”. En ella se afirma que Gobierno y oposición descendieron al terreno de la baja política. Palabras como “bloqueo institucional”, “dictadura”, “golpe de Estado”, e incluso otras más con el carácter de ofensas personales, inundaron de agresividad el ambiente y dieron origen a un pernicioso fenómeno, abonado desde las mismísimas cúpulas del poder público. Semejante pugnacidad por intentar aprobar o improbar un proceso de consulta popular no tiene sentido. 

La intervención de la Iglesia Católica, en medio de este caos, fue oportuna, indispensable y feliz. Oportuna porque ya se percibía la delirante invitación a un levantamiento civil o militar; indispensable porque nadie tenía mayor autoridad moral para izar, en este momento, la bandera de la concordia entre adversarios; feliz porque hizo posible una pausa para reflexionar, lo cual es no solo aconsejable sino necesario siempre. El cardenal Rueda y el arzobispo Múnera salieron al paso de la escalada de violencia verbal que amenazaba con convertirse en violencia física generalizada.

La política, los medios de comunicación, las redes sociales, no solo sembraron conflictos, sino que se volvieron fábricas de enemigos. En ellas se responsabilizó “al otro” de todos los males, en vez de estimular el dialogo para superarlos. Por desgracia, se volvió excepcional privilegiar las conveniencias del país sobre los apasionamientos personales. La enfermedad viene cobrando escala planetaria y resulta exacerbada por las imposturas de los presidentes de Estados Unidos, de Rusia, de Israel y de supuestos líderes de grupos hipertribales que, ideologizados a ultranza, andan tendiendo redes de odio por el mundo. Más allá o más acá de ello, el ambiente polarizador colombiano ya desbordaba los límites de la cordura. 

Al momento de escribir estas líneas se sabe que la reforma laboral fue aprobada en el Senado y, una vez se cumpla la conciliación, el Gobierno retirará su decreto convocatorio de la consulta popular. En el balance neto, hubo un inmenso e innecesario desgaste, sin ganadores ni perdedores. La iniciativa de la Iglesia Católica envía un pertinente mensaje de quienes, como dijo el propio cardenal, son constructores de esperanza y, en ese propósito, le señalan al país la urgencia de no arrojar más leña al fuego y, en cambio, desarmar los espíritus.


Expresidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia

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