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Del Periodismo a la propaganda (Caso Miguel Turbay)

Alexander Velásquez

¿Qué tanto es periodismo y qué tanto es propaganda en el manejo que ciertos medios de comunicación le están dando al caso Miguel Uribe Turbay?
Urge crear la figura del “defensor de las audiencias”.

Siempre hay que partir de la buena fe de la prensa y de los periodistas que hacen periodismo ajustado a los principios de este noble oficio, ese periodismo sin dobleces, cuyo fin último es entregar información veraz a los ciudadanos.

Sin embargo, en los últimos días asaltan las dudas: ¿el cubrimiento permanente que vienen haciendo los medios de comunicación sobre el caso Miguel Uribe Turbay, es consecuencia de la necesidad de tener a la sociedad suficientemente informada o, por el contrario, se trata de la necesidad que tienen los medios de crear en las audiencias interés por el caso? Son cosas distintas, por supuesto. Y si se trata de lo segundo, es válido entonces preguntarse si no está la prensa rozando, con cierto descaro, los límites de la publicidad política.

“Los medios de comunicación, siendo mayoritariamente de derechas, han sido irresponsables en el manejo de la información y del drama. El sensacionalismo es un daño que se hace a las víctimas porque se las usa para mover agenda y conseguir atención, la batalla por el click. Puede que la propaganda política no sea explícita pero si definitivamente se hace y en contra de un gobierno con el cual están en todo su derecho de disentir, pero al que no pueden echarle la culpa de todas las cosas que están pasando, mucho menos cuando existe una investigación en curso. El periodismo nunca ha sido ni será, afortunadamente, una rama de la Fiscalía”: SANTIAGO RIVAS, panelista de Presunto Pódcast.

Desde el Centro de Pensamiento Demócratas, la politóloga Ana Duque de Estrada afirma lo siguiente: “El caso de Miguel Uribe Turbay revela no solo un episodio de violencia, al mismo tiempo nos muestra una enfermedad más profunda que aqueja al periodismo colombiano: la transformación de los hechos en telenovelas y el ejercicio informativo en una fábrica de emociones, con clara intencionalidad política. Lo que debería ser una noticia —un evento que se relata con datos verificables, contexto y análisis— se ha convertido, una vez más, en un espectáculo emotivo vacío de contenido real”.

En este punto, habría que preguntar si estamos ante un hecho que afecta o no a todo un país o nada más a una familia, a su entorno íntimo y a un partido político, máxime cuando en un trino el presidente de la República, Gustavo Petro, afirmó que es temprano para decir que se trató de un atentado con fines políticos, aunque la Fiscalía dice lo contrario. “Hasta ahora los capturados sólo son miembros del microtráfico bogotano y aún no hay certezas de los autores intelectuales”escribió el mandatario.

Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y quizás antes, Colombia se acostumbró a ser el país de los autores materiales; rara vez se les conoce la cara a los autores intelectuales. Y muchas veces pagan justos por pecadores, como ocurrió tras el magnicidio de Luis Carlos Galán, en 1989. Alberto Júbiz Hazbún, un barranquillero, hijo de palestinos, fue acusado injustamente por este crimen. Pasó cuatro años en prisión a pesar de las pruebas de su inocencia; murió en 1998 esperando una indemnización.

Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y quizás antes, Colombia es el país de los autores materiales; rara vez se les conoce la cara a los autores intelectuales.

Si bien la Fundación Santa Fe decidió no emitir más comunicados diarios –arguyendo que la salud del paciente no ha mostrado mayor evolución luego de la última cirugía cerebral-, las noticias alrededor suyo no han mermado, y van más allá de la investigación del caso  Por ejemplo, el ahora muy católico diario El Tiempo publicó el siguiente titular: “Dónde orarle a San Chárbel en Bogotá: esta es la parroquia del santo al que le piden por la salud de Miguel Uribe”.

En una columna de El EspectadorMario Fernando Prado sugirió que, tras el atentado a Miguel Uribe, “ha resurgido cual ave Fénix la figura de su esposa, María Claudia Tarazona”, luego de “sus muy breves a apariciones en los medios y en las redes”. Según él, “se yergue como una muy seria y aplastante opción legislativa o ejecutiva si es que ella desea honrar patrióticamente la memoria de su marido”, “ante la posibilidad de un final trágico que –repito e insisto– ojalá no se produzca”.

Se pregunta aquel columnista: “¿Y si ello llegase a ocurrir, quién tomaría las banderas de este mártir de la democracia cuya tragedia ha tocado las entrañas de millones de colombianos? ¿Habría alguien con más autoridad que su coequipera de vida?”. La columna concluye así: “¡Fuerza María Claudia, Colombia estará contigo!”.

Con todo respeto, creo que no era el momento para tales conjeturas. Sin embargo, análisis de este tipo dejan ver cómo un hecho mediático puede usarse hábilmente con fines políticos. No han pasado ni veinte días del lamentable hecho y me parece que es muy temprano para hablar de una posible candidatura, aunque ya en el pasado hechos trágicos sellaron el destino de un país: tras el asesinato de Luis Carlos Galán en 1989, su hijo Juan Manuel le entregó las banderas de su padre a un jovencísimo César Gaviria, quien se catapultó a la presidencia cuando apenas tenía 43 años; sin olvidar que su gobierno quedó con mancha tras el fallido rescate de la periodista Diana Turbay, madre de Miguel Uribe Turbay, quien permaneció secuestrada seis meses por Pablo Escobar y Los Extraditables.

“Creo que la prensa, en general, y algunas figuras políticas, en particular, han tenido un enfoque sesgado sobre un hecho violento grave y complejo. Los medios, por naturaleza, deberían ayudar a explicar y a entender lo que pasa en estos momentos. Pero hemos visto lo contrario: confunden, desinforman y generan pánico. El periodismo debe apuntar a informar a la audiencia y mover las fibras de la inteligencia y la razón. Cuando el periodismo informa para las emociones, equivoca el camino. Hoy muchos ven a los medios como un actor político más en medio de la polarización, y ahí está uno de los problemas de falta de credibilidad y desconfianza hacia nosotros. Menos likes y clics y más contexto e historia. Se necesita una pausa y mucho contraste”: OSCAR DURÁN, Director del Área Académica de Comunicación Social – Periodismo, Universidad Jorge Tadeo Lozano.

El manejo que la prensa le está dando al caso es un tema de discusión interesante para los tribunales de ética periodística -¿acaso existen en Colombia?- y para las facultades de periodismo, pues ciertamente a este tipo de cuestiones se enfrentarán los futuros periodistas en la vida real. Desaparecida la figura de los defensores del lector, urge crear un defensor de las audiencias al interior de los medios para salvaguardar el buen juicio de los mismos.

“Desde que se supo del atentado, los directores de medios radiales y escritos (los que yo consumo), editorializaron pidiendo bajarle al tono de los discursos políticos, con clara alusión al presidente. Es decir, sin conocerse aún los móviles del atentado, se enfocaron en el lenguaje usado por el mandatario. Acá, en Cartagena, un periodista, cuya plataforma es WhatsApp, difundió una pieza diciendo: “Este es el trino que horas antes del atentado sacó Petro contra Miguel Uribe”, incitando a culpar al gobierno. Las entrevistas a personalidades tenían el mismo enfoque. Basta leer la de María Isabel Rueda a Enrique Peñalosa en El Tiempo. Todo ha sido desafortunado, y como siempre, pierde la cordura ciudadana”: LUIS CARLOS ZÚÑIGA, periodista y docente universitario, magíster en Comunicación, especialista en Estudios Políticos. 

Lo que no admite duda es que si ya una vez intentaron asesinar a un precandidato presidencial de la derecha, -a finales del siglo veinte asesinaron a tres de izquierda y uno del centro-, no se pueden minimizar el propósito y las consecuencias de lo acontecido aquel sábado 7 de junio; se debe reforzar la seguridad de los candidatos y la del propio jefe de Estado. Con todo, lo deseable es que este caso se aclare satisfactoriamente, con un final feliz para el senador y su familia.

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