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¿Con quién conversa Álvaro Leyva en los audios?

Alexander Velásquez

Colombia ha sido un país de conspiradores. De intrigas, confabulaciones y golpistas se ha nutrido la política para tumbar gobiernos o asesinar presidentes y políticos. Giremos las manecillas del reloj hacia atrás a ver qué encontramos.

Una de las tantas veces en que el general pensó en renunciar, le había dicho a Santander que se iba tranquilo de la presidencia, porque ´lo dejo a usted, que es otro yo, y quizás mejor que yo´. En ningún hombre, por la razón o por la fuerza de los hechos, había depositado tanta confianza. Fue él quien lo distinguió con el título de El Hombre de las Leyes. Sin embargo,aquel que lo había merecido todo estaba desde hacía dos años desterrado en París, por su complicidad nunca probada en una conjura para matarlo”: 

Gabriel García Márquez en El general en su laberinto.

Que dos precandidatos presidenciales de la derecha –Vicky Dávila y Miguel Uribe- hayan sido mencionados en los audios de Álvaro Leyva Durán dentro de un presunto plan para derrocar al presidente de la República, Gustavo Petro, no es asunto nuevo en Colombia, país de conspiradores, conspiretas y conspiránoicos.

El término “conspiretas” se acuñó en los años 90 para aludir a un especie de complot infantil que buscaba derrocar a Ernesto Samper. 

“Un grupo grande de periodistas se unió para tumbar, como fuera, al presidente”, cuenta el periodista Felipe Zuleta Lleras, refiriéndose a Samper Pizano y al Proceso 8000 por dineros de la mafia que ensuciaron su elección. Lo relata en “Más allá de la familia presidencial”, un libro de memorias, por cierto, con vergonzosas fallas de redacción.

En la lista que publica el columnista aparecen los nombres de los periodistas Mauricio Vargas, María Isabel Rueda y Enrique Calderón. “Los ´conspis´ arremetían en contra del presidente de una manera violenta”.

Zuleta Lleras, sobrino del expresidente Alberto Lleras Camargo, confesó lo siguiente en las páginas 81 y 82: “Samper es una persona de buen trato, amable, no se descontrola fácilmente y, eso sí, tiene un cinismo a toda prueba. Y tal vez fue eso lo que evitó realmente que lo tumbaran (…) El narcotráfico ya se había metido en otras campañas, pero se las cobraron todas a Samper”.

Luego afirma: “Samper me ofreció que fuera jefe de Gabinete, cargo que tenía que crear porque no existía. Decliné y le dije que yo sería más útil por fuera del gobierno, pero ayudándole. (…) No hubo un solo día que no pasara algo malo y se nos ocurriera algo para cambiarle la agenda al país”.

En otro libro “El hombre detrás de la revista Semana”, Felipe López Caballero, ex dueño de esa publicación, cuenta lo siguiente: “Samper lo que logró fue no caerse, lo que era de por sí una hazaña pues tenía en su contra al gobierno de los Estados Unidos, a la mayoría de los periodistas, a casi todo el sector empresarial y a prácticamente todo el estrato seis. Y fuera de eso tenía al gerente de su campaña, Fernando Botero, y al tesorero, Santiago Medina, acusándolo”. La prueba es el libro “El presidente que se iba a caer”, escrito a seis manos por periodistas de la antigua revista Semana, que presidía entonces el propio Felipe López Caballero.

Se especuló que detrás de la conspiración habría estado el político conservador Álvaro Gómez Hurtado (asesinado en 1995), confabulando con mandos militares. Ante la Comisión de la Verdad el expresidente Samper contó la suya en diferentes oportunidades.

En una ocasión dijo: “Las fuerzas armadas son bastante civilistas; es decir, no se atreverían a dar un golpe de Estado”. Sobre Gómez Hurtado afirmó: “Mi convicción es que los conspiradores o una parte de ellos, los que he llamado aquí conspiradores de sangre, buscaron a Álvaro Gómez para que sirviera de jefe de gobierno de la oposición en una especie de transición no democrática y él se opuso, -porque él y su familia vivieron lo que era un golpe de Estado con su padre- y tal vez sabía demasiado y eso le costó la vida. Esa es la versión que encuentro coherente y consistente sobre el lamentable episodio del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado”, contó el expresidente.

Golpe con golpe yo pago

El general Gustavo Rojas Pinilla llegó al poder como resultado de un golpe militar (1953) que terminó derrocando a Laureano Gómez (padre de Álvaro Gómez Hurtado) y el propio Rojas Pinilla fue víctima de la conspiración entre liberales y conservadores para sacarlo del poder (1957): el llamado Frente Nacional.  

“Se buscó al depuesto presidente Gómez, que se hallaba en casa de un amigo horneando pandeyucas para el chocolate, y bajo escolta militar se lo envió al aeropuerto de Techo, rumbo al exilio”, cuenta Antonio Caballero en Historia de Colombia y sus oligarquías.

Al asumir el poder Rojas Pinilla, “la prensa unánime, salvo El Siglo, saludó al general llamándolo ´el segundo Libertador´, y comparándolo no solo con Bolívar sino con Jesucristo. Rojas prometió que gobernaría en nombre de los dos”.

Con el tiempo, el general empezó a llamarse a sí mismo Jefe Supremo y la suya “se transformó también en una dictadura cada vez más dura”, como las había entonces en Guatemala, Venezuela, República Dominicana, Paraguay y Cuba. “Se fue acumulando el descontento, que el gobierno atribuía a las intrigas de las oligarquías” (…) Laureano, desde el exilio en España, era un resuelto opositor al ´usurpador´ que lo había desterrado”. (…) Rojas se quedó solo. (…).

El 10 de mayo de 1957 el general se vio forzado a dejar el poder en manos de una Junta Militar para irse exiliado a la España del dictador Francisco Franco. Según Caballero, el propio general dijo que los responsables de su salida fueron “las oligarquías económicas en criminal maridaje con las oligarquías políticas”.

Tras el Frente Nacional, los partidos Liberal y Conservador pudieron repartirse la presidencia y los puestos cada cuatro años, entre 1958 y 1974. En esos dieciséis años mandaron Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana.

¿El asesinato de Gaitán fue una conspiración?

La historia oficial cuenta que Juan Roa Sierra fue quien mató a Jorge Eliécer Gaitán y luego murió víctima del linchamiento de una turba enfurecida. A casi 80 años de ese crimen y de El Bogotazo –así bautizado por la prensa- no hay certeza de los autores intelectuales. Se acusó a los comunistas. “El primero en hacerlo fue el presidente Ospina Pérez”, dice Caballero. “Los comunistas por su parte respondieron acusando tanto del asesinato de Gaitán como del levantamiento consiguiente ´al imperialismo y a las oligarquías´

Continúa Caballero en su “Historia de Colombia…”:

“Con menor vaguedad, se ha culpado también a la entonces recién creada CIA. (…) Los documentos e informes clasificados de la CIA sobre El Bogotazo son, curiosamente los únicos de esa época cuya reserva no fue levantada cuando se cumplieron cincuenta años de los hechos, como ha sido lo habitual. De modo que no han podido ser consultados por los historiadores”.

También desde la literatura se han explorado distintas hipótesis sobre los autores del magnicidio. Lo hizo el escritor Miguel Torres en su trilogía sobre el 9 de abril: “El crimen del siglo”, “El incendio de abril” y “La invención del pasado”. En la última de las tres novelas históricas, Magdalena, la protagonista, se propone “demostrar que Juan Roa Sierra no fue el asesino de Gaitán” y, en cambio, sí víctima de una conspiración.

En la página 286 de “La invención del pasado” dice Magdalena: “También están los testimonios de personas que se hallaban en el lugar del crimen y que aseguran que mi papá no fue el asesino. Hablan de otras personas, con pelos y señales. Incluso mencionan al director de la policía de la época, Virgilio Barco, que en el momento del asesinato estaba en la puerta del Café El Molino, precisamente al frente del lugar en donde se cometió el crimen, y que al decir de algunos, fue el que ahuchó a la multitud para que lincharan a mi papá”.

A través de los recursos de la ficción, la obra de Torres aborda la posibilidad de que a Roa Sierra lo hayan obligado a participar en el crimen de Gaitán, no como su asesino, sino como asesino del asesino, y terminó convertido en chivo expiatorio.  

“Gaitán tenía muchos enemigos poderosos. Que si la CIA, la Unión Soviética, los conservadores, los mismos liberales. Como bien dice Roa en la obra, cualquiera lo hubiera querido matar”, contó el escritor Miguel Torres en esta entrevista.

“La nefanda noche septembrina”

“Bolívar estaba ahora en Bogotá tan en condición de dictador en país extranjero protegido por su guardia pretoriana de militares venezolanos como lo había estado antes en Lima protegido por sus regimientos de tropas colombianas. El odio lo rodeaba. Y estalló en la conspiración tramada por los amigos de Santander que terminó en la tentativa de darle muerte la noche del 25 de septiembre de 1828, llamada desde entonces, prosopopéyicamente, ´la nefanda noche septembrina´”.

Cuenta Antonio Caballero que en el grupo de asesinos se encontraban Mariano Ospina Rodríguez –fundador del Partido Conservador y futuro presidente- y Florentino González –futuro inspirador del Partido Liberal-. Aunque mataron a los guardias de Palacio de San Carlos, el general Bolívar, ayudado por Manuelita Sáenz, se salvó escapando por una ventana y pasó la noche debajo del puente del río San Agustín.

El Libertador retomó el poder. “Santander, indudable cabeza de la conspiración, aunque no había pruebas en su contra, fue condenado a muerte. Bolívar intervino para conmutar la sentencia por la de destierro”.

El político conservador Álvaro Leyva Durán, él sí con pruebas en su contra, huyó a España, según el portal Pares –como huyó en los años 50 del siglo veinte Laureano Gómez, también conservador- después de que se hicieran públicos los audios de su supuesta conspiración para derrocar al presidente Gustavo Petro: “una conversación íntima”, que así se defendió aquel.

Más allá de preguntarnos cuál es la pena que podrían aplicarle, hay una pregunta que nadie se ha hecho: ¿con quién o quiénes conversa el excanciller Leyva Durán en esas grabaciones mientras fraguaba en un restaurante el aparente complot contra el presidente Petro?

¿Qué creo yo? Que a sus 82 años el señor Álvaro Leyva necesita llamar la atención, y lo está logrando. Todo este episodio del supuesto golpe de Estado no pasará de ser otro sainete más de nuestra vergonzosa historia política con gente necia y sin oficio, y una prensa que hace eco de cada puesta en escena, como lo hicieron con las tres cartas del mismo personaje en las que maltrata al mandatario y viola su intimidad. Con todo respeto, a su edad el único golpe posible es una fractura de cadera si se descuida.

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