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Algo más que una reforma laboral

José Alejandro Diaz Chapetón

En Colombia se presentan grandes irregularidades cuando hablamos de la oferta laboral. Es tan difícil, que el desempleo sigue siendo un factor importante, por más que disminuya su tasa porcentual. En el primer trimestre del año, según estadísticas del DANE, la tasa fue del 9,6 %, algo positivo en comparación con años pasados. Más allá del desempleo, se ve que la relación entre las horas trabajadas y la calidad de las condiciones dadas para este mismo es muy baja, demasiado precaria.

Por lo tanto, estamos sujetos a desempeñar nuestras funciones sin recibir una buena remuneración. Ahí radica el problema. La informalidad pasa a ser la mejor opción porque, aunque no se gana más que en otras alternativas laborales, es la salida para sobrevivir. La baja oferta de empleo limita las posibilidades de mantener una estabilidad económica y conlleva una problemática actual dentro de esta sociedad. Los requisitos para poder aplicar a alguna oferta laboral terminan siendo una lucha constante. No basta con ser profesional ni alcanza con tener experiencia; además, se necesitan relaciones de poder para lograr un avance significativo y ser relevante en el mundo laboral.

El colombiano normaliza esto tanto que termina trabajando en empleos que no corresponden a lo que inicialmente estudió. Esto se debe a la falta de garantías para acceder a un trabajo digno. “Digno” significa que corresponda a lo que le apasiona, no a lo que le “tocó”.

La competencia importa porque cada trabajador cuenta con habilidades que permiten asegurar fortalezas para llevar a cabo cada función, pero no lo es todo. Los empleadores no están dispuestos a pagar lo que valen los conocimientos del empleado; por lo tanto, un profesional gana menos que un influenciador (no lo tomen de manera despectiva). Las personas que se toman el tiempo, invierten en su estudio para lograr una carrera universitaria y poder ejercerla son cada vez menos, porque no se valora el talento colombiano.

El colombiano normaliza esto tanto que termina trabajando en empleos que no corresponden a lo que inicialmente estudió. Esto se debe a la falta de garantías para acceder a un trabajo digno. “Digno” significa que corresponda a lo que le apasiona, no a lo que le “tocó”. De lo anterior podría tomarse como un llamado a las empresas para brindar seguridad social a sus trabajadores (que es lo oportuno), pero más allá de esto, se trata de remunerar de manera efectiva.

Entender las dinámicas sociales nos lleva a la verdadera humanidad. Estamos en una sociedad inquieta que no puede votar por la reforma laboral porque el Senado celebra quitarnos el voto. Se recurre a las marchas porque no hay otra forma de hacer valer nuestros derechos. La gente repudia los hechos, pero no entiende la realidad que se vive. Se conoce el mal pago a los trabajadores, pero no se leen las ventajas de la reforma laboral; solo porque la postura política no es de su conveniencia, entonces “no funciona”. Invito a instruirse, a dejar el ego, a desenmascarar lo tradicional que se convierte en la política.

¿Qué estamos esperando?

El verdadero cambio en una sociedad se manifiesta a través de la capacidad de sus miembros para informarse, comprender las desigualdades sociales y actuar como un colectivo preocupado por el bienestar común. En este contexto, las individualidades, aunque importantes, no pueden ser el único enfoque; es fundamental reconocer que la vida en sociedad adquiere su verdadero sentido cuando se prioriza el bienestar colectivo. Este es el punto donde la reforma laboral cobra relevancia.

La reforma laboral, aunque pueda no ser perfecta en su forma actual, representa un paso significativo hacia la creación de un entorno laboral más justo y equitativo. Implementar cambios en este ámbito puede ser la clave para abordar muchas de las diferencias que existen en el mercado laboral colombiano. Al abrir un espacio para el diálogo sobre oportunidades y mejorar los mecanismos de participación, se puede fomentar un ambiente donde los derechos de los trabajadores sean realmente valorados y protegidos.

Una reforma laboral bien estructurada tiene el potencial de equilibrar la balanza en el mundo del trabajo. Al regular adecuadamente las condiciones laborales, se pueden generar beneficios tangibles que impacten tanto a empleados como a empleadores. Por un lado, se espera que la regulación adecuada de los derechos laborales contribuya a la disminución del desempleo, un problema que ha afectado a muchas familias y comunidades en Colombia. Por otro lado, al mejorar las condiciones laborales y garantizar derechos básicos, se puede incrementar la productividad de las empresas, ya que los trabajadores motivados y bien tratados tienden a ser más eficientes y comprometidos con su labor.

Además, es importante considerar que la falta de empleo es una de las problemáticas más alarmantes que enfrenta el país. La reforma laboral puede ser una herramienta poderosa para combatir esta situación, ofreciendo nuevas oportunidades de empleo y promoviendo un ambiente en el que todos los trabajadores, independientemente de su sector o nivel de habilidad, puedan encontrar un lugar en el mercado laboral. Esto beneficiaría no solo a los individuos, sino también a la economía en su conjunto, al fortalecer el tejido social y fomentar un crecimiento sostenible.

En síntesis, la reforma laboral es un paso hacia la implementación de nuevas alternativas que no solo buscan mejorar las condiciones de trabajo, sino que también aspiran a generar un cambio cultural en la forma en que se perciben y se valoran los derechos laborales en Colombia. La creación de un marco regulatorio que favorezca la equidad y la justicia en el trabajo puede ser el inicio de un camino hacia una sociedad más informada, comprometida y solidaria, donde cada individuo tenga la oportunidad de contribuir al bienestar colectivo.


José Alejandro Díaz Chapetón es sociólogo e investigador social

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