Víctor Alarcón Zambrano
Las cosas hay que llamarlas por su nombre, sin tapujos ni mentiras: la tan anunciada celebración del cumpleaños del presidente Trump no fue la mejor. Fue, en realidad, un rotundo fracaso. En un acto sin precedentes, el señor Trump organizó —o mejor, ordenó— un desfile militar en su honor, bajo la excusa de conmemorar el 250 aniversario del Ejército.
Seis mil soldados a pie y a caballo, tanques de guerra, bandas militares, armamento, aviación, drones, paracaidistas e incluso unos perros robot desfilaron por el área y el cielo de la capital. El costo del evento: cuarenta y cinco millones de dólares.
“En el recorrido había más carros de comida y puestos de souvenirs que gente”, dijo un asistente. En contraste, y también como hecho inédito, en más de 2.000 ciudades y pueblos del país, millones de personas se manifestaron en rechazo al presidente durante el llamado “Día sin Rey”. Mientras los soldados —pagados y cumpliendo órdenes— desfilaban, la ciudadanía, sin obligación ni remuneración, colmaba ciudades como Los Ángeles, Nueva York, San Francisco, Chicago, Washington y muchas más, expresando con contundencia su oposición al mandatario y sus políticas. En Atlanta, la policía lanzó gases lacrimógenos y arrestó a ocho ciudadanos.
Frente a su residencia, “Mar-a-Lago”, en West Palm Beach (Florida), fuimos testigos de una manifestación de por lo menos tres mil personas. El mensaje más popular en todo el país fue: “No queremos reyes”, “¡A la m… el rey!”, “¡Esto es democracia!”.
Y es que la situación se le complica cada vez más al jefe de Estado. Su política de deportaciones ya encuentra oposición incluso entre ciudadanos estadounidenses. En fábricas, obras de construcción, escuelas y otros espacios, los propios empleadores han confrontado a las brigadas del gobierno durante las redadas contra migrantes indocumentados. El propio presidente se ha visto obligado a restringir las detenciones en hoteles, construcciones, escuelas e iglesias. Además, tuvo que echar atrás su orden de suspensión de visas para estudiantes extranjeros en ciertos países.
Faltaría espacio para detallar la cantidad de incidentes ocurridos solo en la última semana. En una celebración privada a bordo de un barco, en aguas cercanas a Miami —organizada por Telemundo con motivo del primer aniversario de la inauguración del campeonato mundial—, y en la que participaba, entre otras personalidades, la alcaldesa de la ciudad, Daniella Levine, agentes federales abordaron la embarcación sin ofrecer explicación alguna.
“Esto es muy preocupante. Con estas redadas se corre el riesgo de socavar el éxito del campeonato, se perjudica el turismo y se reduce el provecho económico esperado. Los aficionados verán el torneo en México y Canadá, y no vendrán a Estados Unidos por temor”, dijo la Sra. Levine. “Si deportan a cualquiera que no lleve un pasaporte en el bolsillo, eso significa que nadie está seguro”, agregó un ciudadano en Mar-a-Lago.
“Es el momento de unirnos en torno al respeto por la ley y la separación de poderes. Esta energía es contagiosa, porque une a la sociedad contra la injusticia”, dijo el hijo de Martin Luther King durante su marcha.
Mientras tanto, en Washington, el secretario de Estado, Marco Rubio, desperdicia su tiempo recibiendo a los llamados precandidatos presidenciales colombianos, quienes, sin opción real ni preparación alguna, dizque aspiran a gobernar su país.
Ciertamente, no fue un buen cumpleaños para el presidente.