Alexander Velásquez
“A los pobres Dios no los juzga”: Stefan Zweig
Un Congreso de la República errático está hoy entre el agua y la pila bendita.
Ninguna jugada le ha reportado los frutos deseados a los contradictores de Gustavo Petro. Archivaron la reforma laboral sin discutirla y cuando celebraban, el presidente, que es un animal político, les salió con una Consulta Popular que se arropó de popularidad con pasmosa rapidez y le mejoró notablemente su imagen.
El Congreso, como el loro viejo que no aprende a hablar, en un acto de suicidio político, pocas veces visto en este país de políticos calculadores que no dan puntada sin dedal, hundió la Consulta Popular y resucitó la reforma laboral.
Digo suicidio político porque, sí o sí, ahora el Congreso está obligado a tramitar una reforma que deje contentos, no al presidente y a su gobierno, sino a los colombianos propiamente dichos, a esos empleados que llevan veinte años esperando que un buen samaritano les devuelva los derechos que se embolsilló Álvaro Uribe a favor de terceros siendo presidente, para congraciarse con el empresariado. Pudiéramos decir, con aires bíblicos, que es más fácil ver camellos pasar por el ojo de una aguja que a los ricos de Colombia mostrando empatía hacia los pobres.
El jefe del Senado, el conservador Efraín Cepeda —para mí uno de los tipos mejor vestidos de este país, siempre tan tieso -no teso- y siempre tan majo, todo un petimetre, pulcramente afeitado, de mancornas y esas cosas que usa la gente elegantísima—, debe estar muy asustado con lo que se viene, a juzgar por algo que trinó en X luego de votar contra la Consulta Popular: “Llamo a los colombianos a la calma”, dijo el honorable parlamentario.
Tengan presentes esas palabras en negrita y cursiva, porque si el Legislativo le sale al país con un chorro de babas —es decir, si le hace pistola a los trabajadores con la reforma laboral y siquiera intenta maquillar con articulitos ambiguos derechos que deberían ser restituidos—, es muy posible que esta vez el pueblo se rebote y, una vez salido de los chiros, por primera vez se produzca un estallido social, no contra un Gobierno como el que vivió en su propio pellejo Iván Duque, en 2018, sino contra un Congreso de la República, algo inédito. Y súmele que está pendiente el destino del proyecto de ley del senador Iván Cepeda, que les pide encarecidamente a sus compañeros bajarse el sueldito, ojalá a sus justas proporciones. Es decir, el Congreso terminó él solito acorralado.
Hoy los honorables congresistas están advertidos: lo que hagan dentro del Capitolio Nacional tendrá repercusiones en la calle.
Si algo dejó claro la torpeza del senador Efraín Cepeda y demás antagonistas es que en el Capitolio Nacional están cómodamente sentados quienes se oponen a las reformas sociales que el país reclama a gritos, y se oponen dilatando en el tiempo o negándose a discutirlas. Esa verdad es obvia. ¡Mostraron el cobre y de qué manera!
Colombia dejó de ser un analfabeta político y hoy los honorables congresistas están advertidos: lo que hagan dentro del sagrado recinto tendrá repercusiones afuera del Capitolio Nacional, en la calle, donde está el ciudadano en quimbas y con la misma ropa tratando de sobrevivir con chichiguas, expuesto al sol y a la lluvia para llevar el pan a su casa.
La historia no le perdonaría a los que ganan $50 millones de pesos mensuales —¡mal contados son $1.600.000 diarios, trabajando como mucho tres días a la semana— que le metan la mano en el bolsillo a quienes difícilmente reúnen esa cifras trabajando 30 días con sus noches, domingos y feriados, y aun así viven al debe, empeñados, saltando matones, tapando un hueco aquí para abrir otro allá y, en el peor de los casos, con los “gota-gota” respirándoles en la nuca, con sus caras de asesinos que parecen recién salidos de prisión.
Porque ese es el rostro del país real que el Congreso desconoce. Si un día se atreve a verlo de frente, ese día entenderán que la verdadera transformación de la sociedad colombiana pasa por un tema del que nadie habla en Colombia: la necesaria redistribución de la riqueza, que sería cortar de raíz las múltiples miserias que nos abrigan. Pero, aunque sea harina del mismo costal, dejemos quieto ese asunto para otra ocasión.
Soñemos por ahora con la posibilidad de que salarios justos y condiciones laborales dignas, por la vía de una reforma laboral sensata, será una forma sana de empezar a “compartir” un poquito de riqueza con quienes les dan la mano (la mano de obra, entiéndase). Ni ellos ni sus herederos se quedarán pobres. Recordemos que esta reforma laboral nace de la Izquierda y desde sus entrañas fue defendida por una mujer comunista, Gloria Inés Ramírez, siendo ministra de Trabajo, lo que confirma lo que ya sabemos: que históricamente la Izquierda ha velado por los derechos del pueblo camellador y madrugador, la plebe, en orgulloso idioma latín.
La torpeza de este Congreso la desnudó el propio presidente Gustavo Petro. Cuando aquellos iban a celebrar sus indignas actuaciones, Petro ya venía con propuestas debajo del brazo, sin que nadie lo sospechara desde un principio, porque el torpe actúa con ceguera.
Insisto: Desdeñan la inteligencia del presidente, un zorro criado entre políticos añejos y mañosos, pero que a diferencia de la mayoría de aquellos, no pasó por el Congreso calentando banca, sino que construyó la imagen de un tipo juicioso que preparaba sendos debates, enfrentándose al mismísimo diablo, léase paramilitarismo y parapolíticos, y se adueñaba de la palabra con elocuencia. Un cerebro que no necesita de papelitos que le soplen nada, porque todo lo tiene escrito en la cabeza desde joven, cuando testarudamente soñó que el día menos pensado sería presidente de la República. Para no caer en más yerros, a sus opositores les vendría bien leerse la Ley 5ª que habla sobre el funcionamiento del Congreso; estoy seguro de que Petro la conoce al derecho y al revés.
Hoy no hay en Colombia un político capaz de plantársele a Petro y no se ve de la otra orilla una oratoria tan eficaz como la suya. Lo único que vemos son políticos con pocas propuestas y sí mucho blablablá.
El país está del lado de una (todavía posible) Consulta Popular: 57% de favorabilidad, según la encuesta de la firma Cifras y Conceptos. Señor Efraín Cepeda y compañía, por favor no insulten más la inteligencia de los colombianos por su tirria contra el presidente.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años.