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A la izquierda le tocará bailar con la más fea (otra vez)

Alexander Velásquez

La izquierda y el centro se necesitan mutuamente para llegar a la Casa de Nariño en 2026

La izquierda colombiana no tiene la mitad más uno para ser gobierno en 2026. No lo tuvo en las elecciones de 2022 y esa es la razón para que hoy tengamos un presidente de izquierda al mando de un gobierno compartido con gente del centro y de la derecha. Sí, en política es común bailar con la más fea. Y ese fue el caso de Gustavo Petro durante los cuatro años que corren.

La derecha tampoco tiene la mitad más uno para ser gobierno en el próximo cuatrienio. O eso fue lo que mostraron las encuestas hasta cuando estaban permitidas.

¿Y el centro? El centro político escasamente existe en la teoría, porque en la práctica lleva varias elecciones presidenciales sin cuajar. Al parecer, la política no se hizo para tibios. Se los ve como pañitos de agua tibia en un país polarizado, y ese es el principal factor que juega en su contra. Es decir, mientras derecha e izquierda hacen campaña para “eliminarse” mutuamente –en el buen sentido de la palabra, como los antagonistas políticos que son-, el centro se queda sin discurso en una pelea que los supera. El principal enemigo del centro son los egos de quienes se hacen llamar de centro. En las últimas elecciones presidenciales hubo una implosión por ese pecado capital.

Además, el centro por sí solo no tiene el suficiente músculo electoral para ser poder; necesita la ayuda de otras fuerzas del espectro político, como las necesitó en su momento Claudia López para ser alcaldesa de Bogotá. Con todo, ese centro tendrá

que definirse –otra vez- en esta oportunidad: ¿O está a la derecha o está a la izquierda? Sí o sí terminarán dando ese paso.

No podrán estar de parte de Dios y del Diablo… aunque en política se está más cerca del infierno que del cielo.

Un 30% de favoritismo del presidente Gustavo Petro es un caudal electoral que nadie puede despreciar.

Quiero creer que el próximo gobierno será de centro izquierda por una razón básica: La izquierda, con presidente a bordo, tiene la ventaja por delante. Un 30% (puede ser más) de favoritismo del presidente Gustavo Petro se traduce en un caudal electoral que nadie puede desconocer, menos despreciar.

Por lo tanto, se viene un escenario interesante. Por la derecha estarán Álvaro Uribe, Germán Vargas Lleras, César Gaviria y Enrique Peñalosa inclinando la balanza en favor de una de las figuras que suenan como posibles presidenciables. En las manos de tales personajes estará echada la suerte de los partidos tradicionales, que representan a la rancia clase política de siempre con las maquinarias de siempre.

Tendrán que escoger entre María Fernanda Cabal, Abelardo De La Espriella, Juan Carlos Pinzón y Vicky Dávila. Si ninguno de estos cuatro precandidatos consigue alzar vuelo de aquí a noviembre, la única carta que le queda a la derecha es aplicarle los primeros auxilios a una posible candidatura de Germán Vargas Lleras, que tiene en contra una pésima imagen ante la opinión pública por su fama bien ganada de político cascarrabias.

Pero se sabe que es un zorro viejo en el arte de la negociación burocrática, aspecto clave a la hora de juntar votos para conformar gobierno. Ahora bien: La última portada de Semana da a pensar que Pinzón podría ser el gallo de los Gilinski, y no Vicky Dávila. De ser así, a la periodista le quedarían tres caminos: retirar su nombre, aceptar ser la segunda a bordo de otro candidato con opción real o volver al periodismo, y para esto le tocará esperar un largo rato hasta ver quién viene en su rescate. Su último salvador, recordemos, fue Julio Sánchez Cristo.

Por el centro están Claudia López, Sergio Fajardo, Roy Barreras y David Luna.

Claudia y Roy son los más afines a la izquierda por así decirlo.

Ambos, López y Barreras, saben que si un día quieren ser presidentes de Colombia, necesitarán los votos de la izquierda; así que pelear con Petro es poco rentable en términos electorales. Ambos tienen fama de camaleónicos, más no sé si estemos de acuerdo en que Roy tiene más calle y, como Vargas Lleras, es otro zorro viejo en el arte de la negociación burocrática.

La izquierda está representada por Iván Cepeda, Carolina Corcho y Daniel Quintero. Hay quienes creen que Cepeda y Corcho podrían constituir una dupla poderosa. A Quintero se lo ve como a un impostor en amplios sectores de la izquierda. No obstante, por más juntos y sonrientes que salgan los tres precandidatos en las fotos, se percibe cierta incomodidad entre ellos. ¿Qué tan lejos están de abrazar genuinamente la unidad para cantar victoria? De eso depende el futuro del progresismo.  

¿Trabajará el centro en favor de una candidatura de izquierda o pondrá la izquierda sus votos en favor de un candidato de centro?

La pregunta natural es: ¿Trabajará el centro en favor de una candidatura de izquierda o, por el contrario, pondrá la izquierda sus votos en favor de un candidato de centro, sea Claudia López o sea Roy Barreras?

Si la izquierda y el centro barajan bien las cartas podrían ser gobierno durante los dos próximos periodos: en 2026 con presidente de izquierda y en 2030 con presidente de centro o, del mismo modo en el sentido contrario: en 2026 con presidente de centro y en 2030 con presidente de izquierda.

Lo que quiero decir es que el capital electoral de Petro posibilita dos caminos interesantes para 2026: Un (a) presidente de izquierda y un (a) vicepresidente de centro o, al contrario, un (a) presidente de centro y un (a) vicepresidente de izquierda.

En consecuencia, la última palabra la tendrá el presidente Gustavo Petro, como jefe natural del Pacto Histórico. La izquierda esperaría que el guiño sea para Iván Cepeda o Carolina Corcho, pero si eso no ocurre, amén de las encuestas a partir de noviembre y de la consulta del Pacto Histórico en octubre, el presidente tendrá que mirar hacia el centro —¿Roy Barreras? ¿Claudia López? — y hacerlo de la manera más inteligente para que la izquierda no se sienta traicionada, lo que podría desembocar en divisiones peligrosas para la continuidad del proyecto progresista.

¿Cuál será la decisión correcta que le sirva a la izquierda para fortalecerse con miras a seguir siendo una opción real de poder para las décadas siguientes? Ese es el quid del asunto que deben resolver la izquierda y el propio mandatario.

Se me ocurre una teoría: Si el próximo presidente no es de izquierda, la izquierda tiene que garantizar mayorías en el Congreso en 2026 para asegurar una participación real dentro de un posible gobierno liderado por una figura de centro y, más que nada, para dar continuidad al proyecto de cambio emprendido por Petro.

Roy dice que él es el “man”. Eso está por verse.

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