Víctor Alarcón Zambrano
Después de tres décadas, de nuevo el gobierno de Estados Unidos niega la cooperación de Colombia en la lucha universal contra el narcotráfico.
El llamado “certificado” es un proceso interno y conjunto entre el Departamento de Estado y la sección de Asuntos de Narcóticos, que evalúa los esfuerzos de un país que tiene alto índice de producción o tráfico de drogas ilegales. La conclusión se entrega a la Casa Blanca para una decisión final.
El estudio se denomina “Estrategia Internacional de Control de Narcóticos” y analiza y detalla las acciones que realiza un país contra la producción y tráfico de estupefacientes. Como tal, es una evaluación interna y soberana del gobierno americano. Pero lo verdaderamente importante es que con la buena calificación viene envuelta una serie de ayudas económicas, que directamente impactan en su economía y política. Ciertamente, la Unión Americana tiene el derecho soberano a juzgar y decidir a quién ayudar o no. El tema es si su juzgamiento es justo o equivocado. Y siendo más precisos, es discutible si se califica el esfuerzo de un lado del problema (producción y trafico) pero se ignora el esfuerzo del otro lado (consumo).
El tema de la guerra contra el narcotráfico no es nuevo. El mundo lucha contra ese flagelo en la misma intensidad como lo hizo en siglos anteriores contra las bebidas alcohólicas. Cual será el final? Quien escribe no tiene la respuesta, pero lo cierto es que todo el esfuerzo hecho hasta ahora ha sido inútil. El problema persiste y crece. Es un axioma económico que no tiene discusión: si hay oferta hay demanda, y si hay demanda habrá oferta.
En fin que no deseo entrar en esta polémica. Siempre se ha culpado, con sobrada razón, a nuestro país por ser productor y exportador de narcóticos sin que muchos de nuestros gobernantes hayan tenido la valentía y la dignidad de defender esas afirmaciones. Hemos sido señalados como los únicos culpables y nadie ha puesto la cara para que el mundo entienda que la cuerda tiene dos extremos.
Ante esto, solo quiero hacer públicas dos situaciones muy especiales sobre este tema, en donde quien escribe fue testigo presencial.
George Shultz, uno de los dos únicos políticos estadounidenses en ocupar cuatro diferentes carteras con tres presidentes, Eisenhower, Nixon, Reagan y Bush, quien murió a los 100 años, afirmó en 1982 que la: “ la guerra contra el narcotráfico causa un dano global peor que el consumo. Esta lucha es un gran fracaso porque nunca se acabará”. Palabras hasta ahora proféticas.
Pues bien, como secretario de Estado del presidente Ronald Reagan, fue enviado a entrevista secreta con el presidente colombiano Belisario Betancur en el hotel Waldorf Astoria en Nueva York, por allá en 1983 o 1984 (no recuerdo exactamente). El tema central: ayuda de Colombia para combatir el tráfico de drogas.
Después del saludo y las fotos de rigor, nos invitaron a salir del recinto para que ellos sostuvieran su reunión. Quien escribe, ocultó su grabadora prendida debajo del florero central que adornaba el cuarto del hotel. Se terminó la reunión y con los dedos cruzados para que no se hubiera notado la presencia de mi “espía” la recogí y en ella pude escuchar los términos de la conversación. Lo confieso después de cincuenta años.
Oí, con mucho orgullo de colombiano, como nuestro presidente, por primera vez, en tono pausado, sereno y claro, con mucha energía culpaba al gobierno americano por falta de cooperación en el consumo (la demanda). Exigió respeto por Colombia, respaldo al otro lado de la frontera, ayuda económica para interesar al campesino y fomentar una política de cambio de cultivos. Consideró injusto el trato a nuestro país y reclamo información justa y reconocimiento por la lucha de su gobierno en contra de este crimen. “Nunca he oido de detenciones de narcotraficantes o muertes de policías en su país por lucha contra el narcotráfico. Aquí tenemos que ayudarnos los dos”, le dijo. También, reclamó la falta de control sobre los precursores químicos en la elaboración de la droga. Betancur reiteró su rechazo a la extradición de colombianos.
Y no todo quedó ahí. Al día siguiente, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin mencionar a Estados Unidos, dijo lo mismo al mundo presente.
Años más tarde, en 1986, o 87, en una reunión en Washington con la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, cuyo presidente era en ese momento el senador Joe Biden, el entonces presidente Virgilio Barco Vargas y su ministro de relaciones exteriores, Julio Londono Paredes, soportaron en silencio las acusaciones de senadores como Ted Kennedy, Jhon Kerry, Jesse Helms, Robert Byrd, (no recuerdo más nombres). Los pocos presentes en el salón estábamos apesadumbrados ante la injusticia. Nadie nos daba un céntimo de aliento.
Todo contra Colombia. Llegó el turno y el cierre y para ello tomó la palabra el senador Biden. Oh, sorpresa.!!! Qué hermosa defensa de Colombia!!. “Nosotros somos los que hemos fracasado en esta lucha”, dijo. Aceptó la culpa de Estados Unidos, pidió respeto y colaboración mutua y presentó disculpas a Barco porque sus colegas, “no entienden bien la naturaleza de esta lucha.” Luego con la sencillez que años más tarde lo llevaron a la presidencia, se sentó con nosotros los periodistas y desayunó.Dos anécdotas que demuestran lo poco que se ha defendido a Colombia en esta lucha. El presidente Petro, con toda la razón ha reclamado justicia para lo que el país entrega en esta coyuntura. Y de verdad creo que hay más fondo político que realidad en la calificación que hoy se da a nuestro país.