Estados Unidos se prepara para recibir los mayores eventos deportivos del mundo, pero lo hace en medio de un endurecimiento de sus políticas migratorias. Las restricciones de ingreso afectan no solo a países enteros, sino también al flujo de turistas, periodistas y fanáticos, lo que ya impacta negativamente al sector turístico. Entre el entusiasmo presidencial y la realidad de las prohibiciones, se plantea una pregunta incómoda: ¿está el país realmente dispuesto a abrir sus puertas al mundo?