Lecciones tras el atentado a Miguel Uribe

La prensa debe ayudar a moderar el debate, en lugar de avivar la inquina con titulares incendiarios. Debemos reprobar el lenguaje de las ofensas llamando al orden al ofensor. Los partidos deben crear normas claras en ese sentido. Hay que imponer la ética de las palabras hasta evitar que las palabras sigan sangrando, hasta conjurar los agravios para que se traduzcan en actitudes tolerantes. Debemos crear un sistema para depurar las campañas políticas de la estigmatización y la agresividad hacia el contrario. El Palacio de Nariño debe ser el primero en dar ejemplo.